viernes, 10 de abril de 2009

La Pena de Muerte

por María Elena Walsh



  • Fui lapidada por adúltera. Mi esposo, que tenía manceba en casa y fuera de ella, arrojó la primera piedra, autorizado por los doctores de la ley y a la vista de mis hijos
  • Me arrojaron a los leones por profesar una religión diferente a la del Estado.

  • Fui condenada a la hoguera, culpable de tener tratos con el demonio encarnado en mi pobre cuzco negro, y por ser portadora de un lunar en la espalda, estigma demoníaco.

  • Fui descuartizado por rebelarme contra la autoridad colonial.

  • Fui condenado a la horca por encabezar una rebelión de siervos hambrientos. Mi señor era el brazo de la Justicia.

  • Fui quemado vivo por sostener teorías heréticas, merced a un contubernio católico-protestante.

  • Fui enviada a la guillotina porque mis Camaradas revolucionarios consideraron aberrante que propusiera incluir los Derechos de la Mujer entre los Derechos del Hombre.

  • Me fusilaron en medio de la pampa, a causa de una interna de unitarios.

  • Me fusilaron encinta, junto con mi amante sacerdote, a causa de una interna de federales.

  • Me suicidaron por escribir poesía burguesa y decadente.

  • Fui enviado a la silla eléctrica a los veinte años de mi edad, sin tiempo de arrepentirme o convertirme en un hombre de bien, como suele decirse de los embriones en el claustro materno.

  • Me arrearon a la cámara de gas por pertenecer a un pueblo distinto al de los verdugos.

  • Me condenaron de facto por imprimir libelos subversivos, arrojándome semivivo a una fosa común.

  • A lo largo de la historia, hombres doctos o brutales supieron con certeza qué delito merecía la pena capital. Siempre supieron que yo, no otro, era el culpable.

  • Jamás dudaron de que el castigo era ejemplar.

  • Cada vez que se alude a este escarmiento la Humanidad retrocede en cuatro patas.

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Muchas mentes abiertas deberian estar cerradas por reparaciones....