Un buscador recorría el mundo tratando de encontrar la verdad suprema. Andando por las afueras de un pueblo descubrió un cementerio, el lugar era hermoso y comenzó a recorrerlo.
Observó que las lápidas decían el nombre y números que indicaban el tiempo de vida: 4 años, 3 meses y 7 días con 12 horas; en otra se leía 8 años, 1 mes y 20 días ó 3 años y 6 meses ó 2 años, 1 mes y 14 horas con 18 minutos.
Al principio le sorprendió la minuciosidad con la que marcaban el tiempo, pero luego dedujo que el lugar era un cementerio de niños, este descubrimiento lo dejó profundamente conmocionado y se preguntó:
-¿Qué habrán hecho? ¿Qué habrá pasado en este pueblo para tener que construir un cementerio de niños? ¿Cuál es la desgracia que aquí ocurrió?
Estaba realmente impactado, al verlo en ese estado una persona del lugar se acercó a preguntarle qué le pasaba. El buscador le contestó: -Esto es terrible, dígame qué ha pasado en este lugar que han tenido que enterrar tantos niños.
-Pero no... no ocurrió nada de eso, -contestó el hombre y le explicó: Cuando nacemos en este pueblo es tradición recibir una libretita como la que tengo colgada de mi cuello.
Cada vez que experimentamos una sensación que nos conecta con la vida, una vivencia sentida con conciencia, un verdadero tiempo de vida, lo anotamos en la libreta.
Cuando partimos de esta tierra nos sacan la libreta y se suman todos los momentos realmente vividos y esto es lo que ponen en la lápida. Entendemos que ése es el único tiempo en que realmente hemos estado vivos.
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