sábado, 23 de febrero de 2008

Obdulio Varela - El reposo del centrojás

Osvaldo Soriano, de "Artistas, locos y criminales", Editorial Bruguera. ©

Osvaldo Soriano, 1983.

(16 de julio de 1972)

A Daniel Divinsky

La Historia de vida , tal como se la conocía en el suplemento cultural de La Opinión, era una de las formas más difíciles del reportaje. Consistía en escuchar, ante un grabador, durante cinco o seis horas--tal vez más--, a un hombre o una mujer que reconstruían los mejores--o los más terribles--momentos de su existencia. Luego había que comprimir sin reducir, restituyendo a la vez el sabor del relato, el estilo narrativo del entrevistado. Carlos Tarsitano, Ricardo Halac, Julio Ardiles Cray y yo practicábamos el género en La Opinión. Esta entrevista me fue sugerida por Hermenegildo Sábat, quien ilustró en el diario casi todos los textos que contiene este volumen.

El 16 de julio de 1950, en el estadio Maracaná de Rio de Janeiro, nació una de las últimas leyendas del fútbol rioplatense; ese día, el imponente centromedio uruguayo Obdulio Varela silenció a 150 mil fanáticos que festejaban el gol brasileño en la final de la Copa del Mundo, convertido por el puntero Friaca. A los seis minutos del segundo tiempo, Brasil abrió el marcador alentado por las repletas tribunas del Maracaná, inaugurado especialmente para ese torneo.

Entonces, todo Río de Janeiro fue una explosión de júbilo; los petardos y las luces de colores se encendieron de una sola vez. Obdulio, un morocho tallado sobre piedra, fue hacia su arco vencido, levantó la pelota en silencio y la guardó entre el brazo derecho y el cuerpo. Los brasileños ardían de júbilo y pedían más goles. Ese modesto equipo uruguayo, aunque temible, era una buena presa para festejar un título mundial. Tal vez el único que supo comprender el dramatismo de ese instante, de computarlo fríamente, fue el gran Obdulio, capitán--y mucho más--de ese equipo joven que empezaba a desesperarse.

Y clavó sus ojos pardos, negros, blancos, brillantes, contra tanta luz, e irguió su torso cuadrado, y caminó apenas moviendo los pies, desafiante, sin una palabra para nadie y el mundo tuvo que esperarlo tres minutos para que llegara al medio de la cancha y espetara al juez diez palabras en incomprensible castellano. No tuvo oído para los brasileños que lo insultaban porque comprendían su maniobra genial: Obdulio enfriaba los ánimos, ponía distancia entre el gol y la reanudación para que, desde entonces, el partido--y el rival--, fueran otros.

Hubo un intérprete, una estirada charla--algo tediosa-- entre el juez y el morocho. El estadio estaba en silencio. Brasil ganaba uno a cero, pero por primera vez los jóvenes uruguayos comprendieron que el adversario era vulnerable. Cuando movieron la pelota, los orientales sabían que el gigante tenía miedo.

Fue un aluvión. Los uruguayos atropellaban sin respetar a un rival superior pero desconcertado. Obdulio empujaba desde el medio de la cancha a los gritos, ordenando a sus compañeros. Parecía que la pelota era de él, y cuando no la tenía, era porque la había prestado por un rato a sus compañeros para que se entretuvieran. Llegó el empate. Los brasileños sintieron que estaban perdidos.

El griterío de la tribuna no bastaba para dar agilidad a sus músculos, claridad a sus ideas.

Las casacas celestes estaban en todas partes y les importaba un bledo del gigante. Faltaban nueve minutos para terminar cuando Uruguay marcó el tanto de la victoria.

El mundo no podía creer que el coloso muriera en su propia casa, despojado de gloria.

miércoles, 13 de febrero de 2008

El Miedo Global, de Eduardo Galeano

Imagen gentileza "La pagina de Eduardo Galeano"




Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo.

Los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo.

Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida.

Los automovilistas tienen miedo de caminar y los peatones tienen miedo de ser atropellados.

La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje tiene miedo de decir.

Los civiles tienen miedo a los militares, los militares tienen miedo a la falta de armas.

Las armas tienen miedo a la falta de guerras.Es el tiempo del miedo.

Miedo de la mujer a la violencia del hombre y miedo del hombre a la mujer sin miedo.

Miedo a los ladrones, miedo a la policía, miedo a las puertas sin cerraduras, al tiempo sin relojes, al niño sin televisión.

Miedo a la noche sin pastillas para dormir y miedo al día sin pastillas para despertar.

Miedo a la multitud, miedo a la soledad.

Miedo a lo que fue y a lo que puede ser.

Miedo a morir, miedo a vivir…

viernes, 8 de febrero de 2008

El humor acido de Woody


Allen Stewart Konigsberg, nombre real de Woody Allen, nació el 1 de diciembre de 1935 en Brooklyn, Nueva York (Estados Unidos).
Tan amante de las peripecias humorísticas de los Hermanos Marx o Bob Hope como de las películas de Federico Fellini o Ingmar Bergman, Woody Allen ha dibujado con sarcasmo las pautas de comportamiento en su país, retratado con ironía los avatares sentimentales e intelectuales de la clase burguesa neoyorquina, homenajeado al mundo del espectáculo y diatribado sobre sus cuestiones predilectas: el sexo, Dios, el judaísmo y la muerte, ya sea, siempre de una privativa visión de autor, desde la farsa, la comedia agridulce, o el drama de inspiración bergmaniana.


Algunas de sus citas mas recordadas:


El sexo sin amor es una experiencia vacía. Pero como experiencia vacía es una de las mejores.

Yo fui expulsado del colegio por copiar en el examen de metafísica; miré en el alma del muchacho que se sentaba al lado de mí.

Mi psicoanalista me advirtió que no saliera contigo, pero eras tan guapa que cambié de psicoanalista. (Manhattan)

No quiero alcanzar la inmortalidad mediante mi trabajo, sino simplemente no muriendo.(La última noche de Boris Grouchenko)

La mayoría del tiempo no me divierto mucho. El resto del tiempo no proporciono ninguna diversión a los demás.
Las mujeres más lindas resultan casi siempre las más aburridas, y ese es el por qué de que ciertas personas no crean en Dios. (Sin plumas)

Todos los hombres son mortales. Sócrates era mortal. Por lo tanto, todos los hombres son Sócrates. Lo que significa que todos los hombres son homosexuales. (La última noche de Boris Grouchenko)

Un vendedor ambulante sigue su camino calle abajo vendiendo bollos calientes. Le atacan unos perros y se sube a un árbol. Para su desgracia, hay más perros en la copa del árbol. (Cómo acabar de una vez por todas con la cultura)

Te quiero contar una historia tremenda acerca de la anticoncepción oral: le dije a esa chica que si quería hacer el amor conmigo y me dijo que no.

Mi cerebro es mi segundo órgano favorito. (El dormilón)

Si Dios me hiciera una señal, como abrirme una buena cuenta en un banco suizo. ( La última noche de Boris Grouchenko)

Hay peores cosas en la vida que en la muerte. Si has pasado una tarde con un vendedor de seguros sabes a lo que me refiero.

Los estudiantes que logran la unidad no podrán luego salir por la puerta de clase.No creo en las relaciones extramatrimoniales. La gente debería aparearse para siempre, como las palomas, o los católicos. (Manhattan)

Hoy soy una estrella. ¿Qué seré mañana? ¿Un agujero negro?.

¡Señor, Señor! ¿Qué has estado haciendo tú últimamente?. (Sin plumas)

Yo sufría de incontinencia cuando era pequeño, y como solía dormir con una manta eléctrica, estaba continuamente electrocutándome. (Bananas)

¿Es sucio el sexo?. Únicamente si se hace bien.

Acabo de conocer a un hombre maravilloso; es de ficción, pero no se puede tener todo. (La rosa púrpura de El Cairo)

En Beverly Hills no tiran la basura, la convierten en televisión. (Annie Hall)

El dinero es mejor que la pobreza, aunque sólo sea por razones económicas.

No es que tenga miedo a morirme, es tan solo que no quiero estar allí cuando suceda. (Sin plumas)

Una relación es como un tiburón; tiene que estar continuamente avanzando o se muere. Y me parece que lo que aquí tenemos es un tiburón muerto. (Annie Hall)
Nunca debes matar a un hombre, sobre todo si eso significa quitarle la vida. (La última noche de Boris Grouchenko)

Hoy vi un crepúsculo rojo y gualda y pensé ¡Qué insignificante soy!. Naturalmente, también pensé eso ayer, y llovió. Me sentí asaltado por el odio hacia mí mismo, y proyecté de nuevo suicidarme... esta vez aspirando hondo cerca de un vendedor de seguros. (Sin plumas)
Él era tan duro y romántico como la ciudad que amaba. Tras sus gafas de montura negra se agazapaba el vibrante poder sexual de un jaguar. Nueva York era su ciudad y siempre lo sería. (Manhattan)

Lo asombroso de cuando uno está enamorado es que experimenta un impulso de cantar. Hay que resistirlo a toda costa, y debe procurarse también que el macho ardiente no recite las letras de las canciones. (Sin plumas)

Yo intento hacer con las mujeres lo que Einsenhover ha estado haciendo al país. (Annie Hall)

Nunca he tenido un orgasmo no adecuado. El peor orgasmo que tuve fue uno que me costó dinero. (Manhattan)

La última vez que estuve dentro de una mujer fue cuando visité la estatua de la Libertad. (Delitos y faltas)

Se suicidó, era el mayor intelectual que he conocido, y dejó una nota que decía "salgo por la ventana".

El aspecto positivo de la muerte es que es una de las pocas cosas que pueden efectuarse estando cómodamente tumbado. (Sin plumas)

Nunca había sido capaz de enamorarme, no había encontrado a la mujer perfecta; siempre había algo malo. Y entonces conocí a Doris, una mujer maravillosa, con una gran personalidad. Pero por alguna razón, no me atraía sexualmente, no me preguntes por qué. Luego conocí a Rita, un animal, indecente, problemática. Me encantaba irme a la cama con ella, pero después siempre deseaba volver con Doris. Entonces, pensé, si pudiera poner el cerebro de Doris en el cuerpo de Rita sería maravilloso. Y pensé, por qué no?. Así que preparé la operación y todo fue perfectamente, cambié las personalidades e hice a Rita una mujer ardiente, dulce, sexy, maravillosa, madura... Y me enamoré de Doris. (Recuerdos)

Muchas mentes abiertas deberian estar cerradas por reparaciones....