domingo, 28 de diciembre de 2008

La gente que me gusta

Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace. La gente que cultiva sus sueños hasta que esos sueños se apoderan de su propia realidad.

Me gusta la gente con capacidad para asumir las consecuencias de sus acciones, la gente que arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien se permite, huir de los consejos sensatos dejando las soluciones en manos de nuestro Padre Dios.

Me gusta la gente que es justa con su gente y consigo misma, la gente que agradece el nuevo día, las cosas buenas que existen en su vida, que vive cada hora con buen ánimo dando lo mejor de sí, agradecido de estar vivo, de poder regalar sonrisas, de ofrecer sus manos y ayudar generosamente sin esperar nada a cambio.

Me gusta la gente capaz de criticarme constructivamente y de frente, pero sin lastimarme ni herirme. La gente que tiene tacto. Me gusta la gente que posee sentido de la justicia. A éstos los llamo mis amigos.

Me gusta la gente que sabe la importancia de la alegría y la predica. La gente que mediante bromas nos enseña a concebir la vida con humor. La gente que nunca deja de ser aniñada. Me gusta la gente que con su energía contagia.

Me gusta la gente sincera y franca, capaz de oponerse con argumentos razonables a las decisiones de cualquiera. Me gusta la gente fiel y persistente, que no desfallece cuando de alcanzar objetivos e ideas se trata.

Me gusta la gente de criterio, la que no se avergüenza en reconocer que se equivocó o que no sabe algo. La gente que, al aceptar sus errores, se esfuerza genuinamente por no volver a cometerlos. La gente que lucha contra adversidades. Me gusta la gente que busca soluciones.

Me gusta la gente que piensa y medita internamente. La gente que valora a sus semejantes no por un estereotipo social ni como lucen. La gente que no juzga ni deja que otros juzguen. Me gusta la gente que tiene personalidad.

Me gusta la gente capaz de entender que el mayor error del ser humano es intentar sacarse de la cabeza aquello que no sale del corazón.

La sensibilidad, el coraje, la solidaridad, la bondad, el respeto, la tranquilidad, los valores, la alegría, la humildad, la Fe, la felicidad, el tacto, la confianza, la esperanza, el agradecimiento, la sabiduría, los sueños, el arrepentimiento y el amor para los demás y propios son cosas fundamentales para llamarse GENTE.

Con gente como ésa, me comprometo para lo que sea por el resto de mi vida, ya que por tenerlos junto a mi me doy por bien retribuido. GRACIAS POR SER DE ESA GENTE.

Mario Benedetti

Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno Benedetti Farugia (n. 14 de septiembre de 1920, Paso de los Toros) es un escritor y poeta uruguayo integrante de la Generación del 45, a la que pertenecen también Idea Vilariño y Juan Carlos Onetti, entre otros.

La importancia de la EÑE


En el idioma español,
la eñe es muy importante,
y en todo computador
debe ser una constante.

Tan importante es la eñe
que sin ella yo no sueño,
aunque te parezca extraño
no me estriño ni me baño

Aunque sin eñe no hay daño
resultaría dañino,
que nos faltara el empeño
y no existiera el cariño.
Para una linda española
no habría una piel de armiño.
Tampoco habría cabañas
para albergar a los niños.

Sin eñe yo no te riño,
y los viejos no se tiñen,
y aunque no hubiese regaño
me sentiría muy triste
sin decirte que te extraño.
Sin sonido de zampoñas
sin beber un vino añejo
en una peña criolla.
¿Qué gracia tiene el festejo? .

¿Acaso habría buñuelos
o churros para la niña.
Como lo hacía el abuelo
con sus trocitos de piña
o existiría el otoño
sin la eñe en nuestras letras?
Y tampoco habría moño,
donde prender las peinetas.

Parecía muy extraño
que Bill Gates no la pusiera,
quedaba como un tacaño
y cómo si tan caro fuera!

Bueno, basta de regaños.
porque ya me vino el sueño
y aunque pongo mucho empeño
los ojos me hacen extraños.

Termino pidiendo a todos
los que hablan español,
Defiendan la EÑE... ¡Coño!
que así el idioma es mejor.

sábado, 13 de diciembre de 2008

Un año de PRO mesas incumplidas

Mauricio ( que sigue mostrando que es un Macri) cumplio un año al frente de la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

Durante este año, podriamos resumir su gestion de gobierno en unos pocos puntos. Prometio 10 km de subtes por año y los estamos esperando. Prometio que no subiria el ABL y le dio un tarifazo de hasta un 150% a dias de asumir. Prometio la Policia de la Ciudad y no solo seguimos en veremos, sino que le quito a la Policia Federal la posibilidad de labrar actas de transito y asi ordenar un poco el caos de vehiculos en la ciudad.
Intento eliminar las becas que ayudan a los mas humildes a seguir estudiando, aumento el valor de los peajes, trasladando mas vehiculos a las avenidas de la ciudad. Coloco parquimetros en los barrios, para que cada vecino deba pagar por estacionar en la puerta de su casa, contrato nuevamente a la empresa encargada de las fotomultas que tanto critico durante la gestion de Anibal Ibarra.

Podemos decir en su favor que arreglo algunas veredas, aunque lo hizo reemplazando las tradicionales baldozas "vainillas" que decoraban nuestras veredas por una impersonales baldozas de cemento. Prometio que en octubre no veriamos mas baches en la ciudad, pero seguimos rompiendo los autos en los crateres de las calles porteñas.

Finalmente diremos que viola reiteradamente la Ley de Basura Cero del Gobierno de la Ciudad, contratando por mas de 10 años a empresas "enterradoras" de basura. Para este ultimo punto, Greenpeace le ha dedicado una divertida animacion: http://www.greenpeace.org

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Manual de Instrucciones


Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj


Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire.
No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo.
Te regalan —no lo saben, lo terrible es que no lo saben—, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca.
Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico.
Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa.
Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes.
No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.


Instrucciones para dar cuerda al reloj


Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo.
Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan.
¿Qué más quiere, qué más quiere?
Átelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad, imítelo anhelante.
El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus rubíes.
Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa.

Fragmento de "Historias de cronopios y de famas"

Jules Florencio Cortázar (Ixelles, Bruselas, Bélgica, 26 de agosto de 1914 - París, Francia 12 de febrero de 1984) fue un escritor e intelectual argentino.
Se lo considera uno de los autores más innovadores y originales de su tiempo, maestro del relato corto, la prosa poética y la narración breve en general, comparable a Jorge Luis Borges, Anton Chejov o Edgar Allan Poe, y creador de importantes novelas que inauguraron una nueva forma de hacer literatura en Latinoamérica, rompiendo los moldes clásicos mediante narraciones que escapan de la linealidad temporal y donde los personajes adquieren una autonomía y una profundidad psicológica pocas veces vista hasta entonces.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Una muerte cada tres horas

Una de las mas terribles de las inseguridades, la de no saber si habra un plato de comida en la mesa.
En la Argentina, muere un chico cada tres horas, victima de la desnutricion infantil y enfermedades relacionadas, comento Juan Carr de Red Solidaria en Basta de Todo, programa de radio de Metro 95.1.

Pero el flagelo del hambre no termina alli. A aquellos que sobrevivan todavia les esperan otros padecimientos:






¿Por qué el hambre en los más chicos deja huellas serias e irreversibles?
El cerebro es el órgano que más rápido crece en los humanos: a razón de dos miligramos por minuto. Cuando nacemos el cerebro pesa 350 gramos y llega a los 900 gramos en 14 meses, lo que equivale al 80 por ciento del peso del cerebro de un adulto. La desnutrición detiene ese crecimiento cerebral.

El doctor Alejandro O'Donnell, titular del CESNI lo explica en términos casi cibernéticos: "El cerebro empieza a crecer muy rápidamente en el tercer trimestre del embarazo y continúa hasta el segundo año de vida con menor velocidad. Después del segundo año de vida el cerebro ya está construido: lo que falta es que los chips se unan. Y lo que hace que los chips se unan es la estimulación: hablarles, jugar con los chicos, leerles. A menudo, en gente muy humilde, esos estímulos no se dan."

Otro de los efectos devastadores de la desnutrición es la baja talla. O'Donnell afirma que la estatura de los habitantes de un país habla de su calidad de vida: "Todos los pueblos del mundo tienen la misma potencialidad de crecimiento. Y si no somos todos iguales es porque los suecos y los holandeses se alimentaron muy bien, y tienen vacuna, limpieza, ausencia de pobreza extrema desde hace más de cincuenta años."

"El mapa de la desnutrición es el mapa de la indigencia y la pobreza. Se superponen al calco. —dice el doctor Jorge Yabkowski, titular de CICOP Asociación Sindical de Profesionales de la Salud de la Provincia de Buenos Aires— No hay bolsones de desnutrición en los centros urbanos o las grandes capitales. Se ven en la periferia. Y empeoran en el segundo, tercero y cuarto cordón. Nuestras cifras dicen que cuatro de cada diez chicos de Budge y Fiorito, aquí en Lomas de Zamora, tienen bajo peso. Las cifras de recién nacidos de bajo peso y de madres embarazadas anémicas se duplicó en 2002. Los chicos llegan a nuestras consultas muertos de hambre y se nos desmayan."

Por ello, la Sociedad en conjunto debe agruparse para terminar de una vez para siempre con este padecimiento, doblemente injusto en un pais que produce mas alimentos de los que consume.

Entre otras posibilidades esta la de colaborar activamente con el Banco de Alimentos, Una Fundacion que ayuda a personas que padecen hambre, solicitando, almacenando y distribuyendo alimentos aptos para el consumo.

Es hora de actuar y derrotar el verdadero Riesgo Pais, el de nuestros niños con hambre.

La imagen es gentileza de Indymedia Argentina

miércoles, 22 de octubre de 2008

Gracias, River, por otra alegria!

River 0 - Boca 1 // Gol de Viatri - Octubre 19 de 2008

Algunos datos para tener en cuenta antes de pedir un examen de paternidad ...

1/ Con esta victoria, Boca volvió a sacar 6 partidos de ventaja en el historial, como lo había hecho tras el 2-1 del Clausura 2005. En 183 enfrentamientos, Boca obtuvo 67 victorias contra 61 de River. Empataron 55 veces.
2/ Si se contabilizan todos los supercásicos jugados en la cancha de River, por torneos de AFA desde 1958, surge un dato revelador: Boca ganó 18 contra 17 de River en ese escenario. En 59 partidos, se registraron 24 empates.

Juan Roman y otra catedra de futbol ...

martes, 7 de octubre de 2008

Cuento para tahures

Cuento para tahures

( Diez Cuentos Policiales Argentinos - Rodolfo Walsh)


Salió no más el 10, un 4 y un 6 cuando ya nadie lo creía. A mí qué me importaba, hacía rato que me habían dejado seco. Pero hubo un murmullo feo entre los jugadores acodados a la mesa del billar y los mirones que formaban rueda. Renato Flores palideció y se pasó el pañuelo a cuadros por la frente húmeda. Después juntó con pesado movimiento los billetes de la apuesta, los alisó uno a uno y, doblándolos en cuatro, a lo largo, los fue metiendo entre los dedos de la mano izquierda, donde quedaron como otra mano rugosa y sucia entrelazada perpendicularmente a la suya. Con estudiada lentitud puso los dados en el cubilete y empezó a sacudirlos. Un doble pliegue vertical le partía el entrecejo oscuro. Parecía barajar un problema que se le hacía cada vez más difícil. Por fin se encogió de hombros.


- Lo que quieran...- dijo.


Ya nadie se acordaba del tachito de la coima. Jiménez, el del negocio, presenciaba desde lejos sin animarse a recordarlo. Jesús Pereyra se levantó y echó sobre la mesa, sin contarlo, un montón de plata.


- La suerte es la suerte dijo con una lucecita asesina en la mirada. Habrá que irse a dormir.
Yo soy hombre tranquilo; en cuanto oí aquello, gané el rincón más cercano a la puerta. Pero Flores bajó la vista y se hizo el desentendido.


- Hay que saber perder- dijo Zúñiga sentenciosamente, poniendo un billetito de cinco en la mesa. Y añadió con retintín:- Total, venimos a divertirnos.
- ¡Siete pases seguidos!- comentó, admirado, uno de los de afuera. Flores lo midió de arriba abajo.
- ¡Vos, siempre rezando!- dijo con desprecio.


Después he tratado de recordar el lugar que ocupaba cada uno antes de que empezara el alboroto. Flores estaba lejos de la puerta, contra la pared del fondo. A la izquierda, por donde venía la ronda, tenía a Zúñiga. Al frente, separado de él por el ancho de la mesa del billar, estaba Pereyra. Cuando Pereyra se levantó dos o tres más hicieron lo mismo. Yo me figuré que sería por el interés del juego, pero después vi que Pereyra tenía la vista clavada en las manos de Flores. Los demás miraban el paño verde donde iban a caer los dados, pero él sólo miraba las manos de Flores.


El montoncito de las apuestas fue creciendo: había billetes de todos tamaños y hasta algunas monedas que puso uno de los de afuera. Flores parecía vacilar. Por fin largó los dados. Pereyra no los miraba. Tenía siempre los ojos en las manos de Flores.
- El cuatro- cantó alguno.


En aquel momento, no sé por qué, recordé los pases que había echado Flores: el 4, el 8, el 10, el 9, el 8, el 6, el 10... Y ahora buscaba otra vez el 4.
El sótano estaba lleno del humo de los cigarrillos. Flores le pidió a Jiménez que le trajera un café, y el otro se marchó rezongando. Zúñiga sonreía maliciosamente mirando la cara de rabia de Pereyra. Pegado a la pared, un borracho despertaba de tanto en tanto y decía con voz pastosa:
- ¡Voy diez a la contra!-. Después se volvía a quedar dormido.


Los dados sonaban en el cubilete y rodaban sobre la mesa. Ocho pares de ojos rodaban tras ellos. Por fin alguien exclamó:
- ¡El cuatro!


En aquel momento agaché la cabeza para encender un cigarrillo. Encima de la mesa había una lamparita eléctrica, con una pantalla verde. Yo no vi el brazo que la hizo añicos. El sótano quedó a oscuras. Después se oyó el balazo.
Yo me hice chiquito en mi rincón y pensé para mis adentros: “Pobre Flores, era demasiada suerte”. Sentí que algo venía rodando y me tocaba en la mano. Era un dado. Tanteando en la oscuridad, encontré el compañero.
En medio del desbande, alguien se acordó de los tubos fluorescentes del techo. Pero cuando los encendieron, no era Flores el muerto. Renato Flores seguía parado con el cubilete en la mano, en la misma posición de antes. A su izquierda, doblado en su silla, Ismael Zúñiga tenía un balazo en el pecho.


“Le erraron a Flores”, pensé en el primer momento, “y le pegaron al otro. No hay nada que hacerle, esta noche está de suerte”.
Entre varios alzaron a Zúñiga y lo tendieron sobre tres sillas puestas en hilera. Jiménez (que había bajado con el café) no quiso que lo pusieran sobre la mesa de billar para que no le mancharan el paño. De todas maneras ya no había nada que hacer.
Me acerqué a la mesa y vi que los dados marcaban el 7. Entre ellos había un revólver 48.
Como quien no quiere la cosa, agarré para el lado de la puerta y subí despacio la escalera. Cuando salí a la calle había muchos curiosos y un milico que doblaba corriendo la esquina.

Aquella misma noche me acordé de los dados que llevaba en el bolsillo- ¡lo que es ser distraído!-, y me puse a jugar solo, por puro gusto. Estuve media hora sin sacar un 7. Los miré bien y vi que faltaban unos números y sobraban otros. Uno de los "chivos" tenía el 3, el 4 y el 5 repetidos en caras contrarias. El otro, el 5, el 6 y el 1. Con aquellos dados no se podía perder. No se podía perder en el primer tiro, porque no se podía formar el 2, el 3 y el 12, que en la primera mano son perdedores. Y no se podía perder en los demás porque no se podía sacar el 7, que es el número perdedor después de la primera mano. Recordé que Flores había echado siete pases seguidos, y casi todos con números difíciles: el 4, el 8, el 10, el 9, el 8, el 6, el 10... Y a lo último había sacado otra vez el 4. Ni una sola clavada. Ni una barraca. En cuarenta o cincuenta veces que habría tirado los dados no había sacado un solo 7, que es el número más salidor.


Y, sin embargo, cuando yo me fui, los dados de la mesa formaban el 7, en vez del 4, que era el último número que había sacado. Todavía lo estoy viendo, clarito: un 6 y un 1.


Al día siguiente extravié los dados y me establecí en otro barrio. Si me buscaron, no sé; por un tiempo no supe nada más del asunto. Una tarde me enteré por los diarios que Pereyra había confesado. Al parecer, se había dado cuenta de que Flores hacía trampa. Pereyra iba perdiendo mucho, porque acostumbraba jugar fuerte, y todo el mundo sabía que era mal perdedor. En aquella racha de Flores se le habían ido más de tres mil pesos. Apagó la luz de un manotazo. En la oscuridad erró el tiro, y en vez de matar a Flores mató a Zúñiga. Eso era lo que yo también había pensado en el primer momento.


Pero después tuvieron que soltarlo. Le dijo al juez que lo habían hecho confesar a la fuerza. Quedaban muchos puntos oscuros. Es fácil errar un tiro en la oscuridad, pero Flores estaba frente a él, mientras que Zúñiga estaba a un costado, y la distancia no habrá sido mayor de un metro. Un detalle lo favoreció: los vidrios rotos de la lamparita eléctrica del sótano estaban detrás de él. Si hubiera sido él quien dio el manotazo dijeron los vidrios habrían caído del otro lado de la mesa de billar, donde estaban Flores y Zúñiga.


El asunto quedó sin aclarar. Nadie vio al que pegó el manotazo a la lámpara, porque estaban todos inclinados sobre los dados. Y si alguien lo vio, no dijo nada. Yo, que podía haberlo visto, en aquel momento agaché la cabeza para encender un cigarrillo, que no llegué a encender. No se encontraron huellas en el revólver, ni se pudo averiguar quién era el dueño. Cualquiera de los que estaban alrededor de la mesa y eran ocho o nueve pudo pegarle el tiro a Zúñiga.


Yo no sé quién habrá sido el que lo mató. Quien más quien menos tenía alguna cuenta que cobrarle. Pero si yo quisiera jugarle sucio a alguien en una mesa de pase inglés, me sentaría a su izquierda, y al perder yo, cambiaría los dados legítimos por un par de aquellos que encontré en el suelo, los metería en el cubilete y se los pasaría al candidato. El hombre ganaría una vez y se pondría contento. Ganaría dos veces, tres veces... y seguiría ganando. Por difícil que fuera el número que sacara de entrada, lo repetiría siempre antes de que saliera el 7. Si lo dejaran, ganaría toda la noche, porque con esos dados no se puede perder.


Claro que yo no esperaría a ver el resultado. Me iría a dormir, y al día siguiente me enteraría por los diarios. ¡Vaya usted a echar diez o quince pases en semejante compañía! Es bueno tener un poco de suerte; tener demasiada no conviene, y ayudar a la suerte es peligroso...
Sí, yo creo que fue Flores no más el que lo mató a Zúñiga. Y en cierto modo lo mató en defensa propia. Lo mató para que Pereyra o cualquiera de los otros no lo mataran a él. Zúñiga por algún antiguo rencor, tal vez le había puesto los dados falsos en el cubilete, lo había condenado a ganar toda la noche, a hacer trampa sin saberlo, lo había condenado a que lo mataran, o a dar una explicación humillante en la que nadie creería.


Flores tardó en darse cuenta; al principio creyó que era pura suerte; después se intranquilizó; y cuando comprendió la treta de Zúñiga, cuando vio que Pereyra se paraba y no le quitaba la vista de las manos, para ver si volvía a cambiar los dados, comprendió que no le quedaba más que un camino. Para sacarse a Jiménez de encima, le pidió que le trajera un café. Esperó el momento. El momento era cuando volviera a salir el 4, como fatalmente tenía que salir, y cuando todos se inclinaran instintivamente sobre los dados.


Entonces rompió la bombita eléctrica con un golpe del cubilete, sacó el revólver con aquel pañuelo a cuadros y le pegó el tiro a Zúñiga. Dejó el revólver en la mesa, recobró los “chivos” y los tiró al suelo. No había tiempo para más. No le convenía que se comprobara que había estado haciendo trampa, aunque fuera sin saberlo. Después metió la mano en el bolsillo de Zúñiga, le buscó los dados legítimos, que el otro había sacado del cubilete, y cuando ya empezaban a parpadear los tubos fluorescentes, los tiró sobre la mesa.


Y esta vez sí echó clavada, un 7 grande como una casa, que es el número más salidor...


Rodolfo J. Walsh nació en 1927 en la localidad de Choele-Choel, provincia de Río Negro. Fue escritor, periodista, traductor y asesor de colecciones. Su obra recorre especialmente el género policial, periodístico y testimonial, con celebradas obras como Operación Masacre y Quién mató a Rosendo.
Walsh es para muchos el paradigmático producto de una tensión resuelta: la establecida entre el intelectual y la política, la ficción y el compromiso revolucionario. El 25 de marzo de 1977 un pelotón especializado emboscó a Rodolfo Walsh en calles de Buenos Aires con el objetivo de aprehenderlo vivo. Walsh, militante revolucionario, se resistió, hirió y fue herido a su vez de muerte. Su cuerpo nunca apareció. El día anterior había escrito lo que sería su última palabra pública: la Carta Abierta a la Junta Militar.
Imagen gentileza: Revista Zoom

martes, 23 de septiembre de 2008

La vida segun Galeano - 1ª Temporada

El consagrado escritor Eduardo Galeano nos acerca su particular manera de ver Latinoamérica y el mundo.
Sus breves y contundentes relatos, van desde pequeños detalles hasta los grandes planteos que enfrenta la humanidad actualmente. El recorrido no tiene límites, la guía es la sinceridad y el asombro por los seres y las cosas.
Desde un ambiente íntimo y habitual para los escritores, este ilustre intelectual latinoamericano compartirá con la audiencia ideas, relatos y varios de sus textos que confluyen en recuperar la historia y las historias de nuestro continente para saber qué pasado hemos levantado y qué futuro estamos construyendo.


Solo es necesario registrarse en forma gratuita en Clan-Sudamerica e ingresar a esta pagina:


La vida segun Galeano

Capítulo 1 "Mujeres"
Capítulo 2 "Niños"
Capítulo 3 "Los Primeros Americanos"
Capítulo 4 "Futbolerías"
Capítulo 5 "Amares"
Capítulo 6 "Memorias y Desmemorias"
Capítulo 7 "Hijos de África"
Capítulo 8 "Los Nadies"
Capítulo 9 "El Arco Iris Terrestre"
Capítulo 10"El Miedo Manda"
Capítulo 11 "Mapamundi"
Capítulo 12 "Te doy mi palabra"

Los enlaces funcionan para el Emule

lunes, 15 de septiembre de 2008

Oración de un desocupado - Poema de Juan Gelman

Oración de un desocupado

Padre, desde los cielos bájate, he olvidado
las oraciones que me enseñó la abuela,
pobrecita, ella reposa ahora,
no tiene que lavar, limpiar, no tiene
que preocuparse andando el día por la ropa,
no tiene que velar la noche, pena y pena,
rezar, pedirte cosas, rezongarte dulcemente.

Desde los cielos bájate, si estás, bájate entonces,
que me muero de hambre en esta esquina,
que no sé de qué sirve haber nacido,
que me miro las manos rechazadas,
que no hay trabajo, no hay,
bájate un poco, contempla
esto que soy, este zapato roto,
esta angustia, este estómago vacío,
esta ciudad sin pan para mis dientes, la fiebre
cavándome la carne,
este dormir así,
bajo la lluvia, castigado por el frío, perseguido
te digo que no entiendo, Padre, bájate,
tócame el alma, mírame
el corazón,
yo no robé, no asesiné, fui niño
y en cambio me golpean y golpean,
te digo que no entiendo, Padre, bájate,
si estás, que busco
resignación en mí y no tengo y voy
a agarrarme la rabia y a afilarla
para pegar y voy
a gritar a sangre en cuello
por que no puedo más, tengo riñones
y soy un hombre,
bájate, qué han hecho
de tu criatura, Padre?
un animal furioso
que mastica la piedra de la calle?

de "Violín y otras cuestiones"
Este poeta excepcional nació en Buenos Aires —en el histórico barrio de Villa Crespo— en 1930. Su primera obra publicada, Violín y otras cuestiones, prologada entusiastamente por otro grande de la poesía, Raúl González Tuñon, recibió inmediatamente el elogio de la crítica. Fue obligado a un exilio de doce años por la violencia política estatal, que además le arrancó un hijo y a su nuera, embarazada, quienes pasaron a formar parte de la dolorosa multitud de "desaparecidos". En 1997 recibió el Premio Nacional de Poesía. Su obra ha sido traducida a diez idiomas. Reside actualmente en México, aunque "Volver, vuelvo todos los años, pero no para quedarme. La pregunta para mí no es por qué no vivo en la Argentina sino por qué vivo en México. Y la respuesta es muy simple: Porque estoy enamorado de mi mujer, eso es todo". Perdonando tamaño romanticismo, la ciudad de Buenos Aires lo honró recientemente con el título de ciudadano ilustre.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Lo que tenes

Banda Criolla acaba de presentar su nuevo video, correspondiente al primer corte de su disco "Chamuyo". Con la direccion de Juan Schmidt y Paula Funes, el video muestra la reaccion de la Madre Naturaleza, personificada en unos enanos Guardianes del bosque, cuando la civilizacion invade, contamina y destruye su espacio.

A sentarse y disfrutar


Para conocer mas sobre Banda Criolla, sus espacios en Internet son: www.bandacriolla.com.ar y myspace.com/bandacriolla

sábado, 23 de agosto de 2008

La politica - Jorge Lanata - ADN

"...deberiamos revisar el significado de la palabra "Politica" en nuestra sociedad post-dictadura del '76.-
Dicha palabra ha quedado tan vaciada de contenido que ha comenzado a utilizarse con un unico sentido peyorativo:
- Esto es politico
- Este paro es politico
- Los piqueteros son politicos

Si, son politicos. ¿Que otra cosa podrian ser, sino?¿O acaso el gobierno que fuera no es politico? El razonamiento es tan endeble que no soporta siquiera su enunciado. Seria asi:"El Ministro de Trabajo apolitico de un gobierno apolitico enfrenta un paro politico". Idiota, no?

Por oposicion al discurso dominante, "Politico" comenzo a interpretarse como "Opositor" o "Sectorial" en el peor sentido de ambos terminos.

El discurso autoritario - que siempre supuso al Ejercito anterior a la Nacion, incluso- se basa en un imaginario que lo ubica en un sitio "Suprapolitico" o "Metapolitico": mas alla de los supuestamente miserables intereses particulares, ellos encarnan y protegen el interes colectivo, ven sque y no solo el arbol.
Son, para decirlo de otro modo, como un conjunto distinto de sus partes.

Lanzadas a la politica con un discurso antipolitico, las dictaduras han dejado, tambien, desaparecidos semanticos: la palabra politica es uno de ellos."

Jorge Lanata - ADN

La ilustración pertenece a CHESE Ilustraciones

viernes, 8 de agosto de 2008

Osvaldo Soriano y Los Gatos

(...)El día que nací había un gato esperando al otro lado de la puerta. Mi padre fumaba en Mar del Plata, en el patio. Mi madre dice que fue un parto difícil, a las cuatro y veinte de la tarde de un día de verano. El sol rajaba la tierra. Los jóvenes Borges y Bioy Casares paraban cerca de ahí, en Los Troncos alucinando las historias de don Isidro Parodi. A Borges lo seguían los gatos. En una de sus fotos más hermosas está junto a María Kodama, que tiene uno en brazos; Borges lo acaricia como a un amigo.
A mi un gato me trajo la solución para Triste, solitario y final. Un negro de mirada contundente , muy parecido a Taki, la gata de Chandler. Otro, el negro Veni, me acompañó en el exilio y murió en Buenos Aires. Hubo uno llamado Peteco que me sacó de muchos apuros en los días en que escribía A sus plantas rendido un Ieón. Viví con una chica alérgica a los gatos y al poco tiempo nos separamos. En París, mientras trabajaba en El ojo de la patria, en un quinto piso inaccesible, se me apareció un gato equilibrista caminando por la canaleta del desagüe. Para sentirme más seguro de mi mismo puse un gato negro al comienzo y uno colorado al final de Una sombra ya pronto serás.
Para decirlo mal y pronto: hay gatos en todas mis novelas. Soy uno de ellos perezoso y distante. Aunque nunca aprendí la sutileza de la especie. Ahora mismo, una de mis gatas se lava la manos acostada sobre el teclado y tengo que apartarla con suavidad Para seguir escribiendo. Hace cinco meses que no prendemos un cigarrillo. Juntos sufrimos el vejamen de la abstinencia y !a vida limpia. Hace unos meses esta habitación era un quemadero de fragancias maravillosas. Tabacos de la Argentina, de Cuba y de Holanda, ya no; resignamos algo de la utilería que compone a los duros: cigarrillos, sombrero, impermeable, el revolver de juguete. Los fantásticos vampiros de Matheson; entre los que estaban Laurel y Hardy y el realismo romántico de Chandler, sobreviven a las modas y las vanguardias porque el lector quiere verse ahí en sangre de papel. Necesita leer sus miedos. Con eso Stephen King escribe ahora una obra excesiva e inquietante. En uno de sus libros, un personaje acusa de plagiario al narrador, le mata el gato y se lo deja frente a la puerta. Es un momento insoportable en la literatura de terror.
Algo cercano a los escalofriantes efectos de H.P. Lovecraft. Todos los escritores con corazón se han ganado un gato que los sigue y los protege. Tal vez el de Gibbins, cercado por el fuego, le haya pedido auxilio en nombre de los gatos inspiradores: el del Dante, el de Baudelaire, el de Lewis Carrol, el de Borges. Y ahí fue el director de pobres películas, a purificarse en el incendio y cumplir con el ritual de todos los demonios. Un escritor sin gato es como un ciego sin lazarillo. No es posible usar al gato para nada personal, no hay manera de privatizarlos. En La noche americana, Francois Truffaut aconseja a las realizadores de cine no meterse jamás con un gato en acción. También me lo dijo Hector Olivera a la hora de escribir el guión de Una sombra ya pronto serás. ¿Cómo hacer para que dos gatos de cine interpreten disciplinadamente a los que aparecen en la novela?
Yo los puse en el libreto nada más que para aplacar mis miedos. Con una sonrisa; Olivera me dijo que estaba loco: un gato actor, el negro, tendría que seguir al personaje de Miguel Angel SoIá, lavarse a su lado comerse una laucha y echarse a dormir. El otro un colorado, aparece al final, poco después que Pepe Soriano, el Coluccini de la película, haya tenido una charla con Dios. Olivera decidió que no hubiera gatos, pero creo que estoy a tiempo de convencerlo de que ponga al menos una silueta. Cuando hablábamos de eso, todavía Gibbins no se había arrojado al incendio. Yo creía, Dios me perdone, que Matheson se había muerto de viejo. Pero no: allí estaba, peleando frente al fuego, apartando maderas en llamas, abriendo un camino para que su gato pudiera escapar con él. En el revoltijo alcanzó a salvar una carpeta con su último manuscrito. Es que siempre cuando uno rescata un manuscrito, hay un gato adentro.
Cuando yo era chico mi gato Pulqui era mono, león, pirata y bandolero. Yo lo acechaba entre las plantas del jardín y me le tiraba encima con el cuchillo de madera entre los dientes. Ahora mi hijo combate contra la gata Virgula que le devuelve los golpes. Son arañazos de mentira, en un revoltijo de sillas volteadas y malvones floridos. Las suyas, como las mías antes, son fantasías de selvas y mares, de castillos y mosqueteros. Esos años felices e irrecuperables en los que uno aprende, si aprende algo, que los gatos nos traen a domicilio el misterio de la creación. Chandler les atribuía toda la sabiduría y creía que provocaban la explosión creadora. Un día le pidieron que hablara de Philip Marlowe y prefirió que fuera Taki la que la hiciera por él. Pretendía que era la gata quien escribía sus novelas bien entrada la noche: A mí suele pasarme algo parecido.Richard Matheson perdió todo; la casa los muebles y los premios, pero alcanzó a salvar lo esencial: esa mirada que lo sostiene por las noches, cuando la palabra no viene y la novela no avanza. Esa mirada que nos atornilla al sillón, ese ronroneo que precede a la llegada del diablo.
Poe, Lovecraft y Matheson asociaron los gatos al horror; en los dibujos animados Willam Hanna y Joe Barbera le dieron a Tom El papel de víctima y al ratón Jerry el de la picardía. El gato Félix fue un gran héroe yanqui de los año treinta, puritano y travieso. El Fritz the Cat, de Ralph Baskhi y Robert Crumb, sintetizó los eróticos y crueles años de mi juventud; apareciendo en 1968, Fritz es el primer gato de dibujo que vuelve de Vietnam, se droga, callejea de un prostíbulo a otro, fuma como un escuerzo, duerme con las mejores chicas, incluida su hermana, y termina asesinado por una gata vieja a la que había abandonado en tiempos mejores.
En cambio, Walt Disney detestaba a los gatos. Recién en 1970 se decidió a crear un personaje que, por supuesto, no le dejó éxito ni . plata. Disney era uno de esos tipos que nunca se hacen querer por los gatos. Creo que fue Chandler quien lo dijo. No se si en la biografía del detective Marlowe o en la propia. Hace unos días, una investigadora que prepara un libro de reportajes a escritores argentinos nos pidió a sus entrevistados que trazáramos cada uno una breve autobiografía. ¿Como hacerlo? ¿Cómo hablar de nosotros si no sabemos quienes somos? Le dije que yo no tengo biografía. Me la van a inventar los gatos que vendrán cuando yo esté, muy orondo, sentado en el redondel de la luna.

Educación Sentimental por Osvaldo Soriano (Fragmento)Página 12, Domingo 28 de noviembre de 1993

Osvaldo Soriano fue un escritor y periodista argentino nacido en Mar del Plata, Buenos Aires, el 6 de enero de 1943. Solía decir que no le interesaba la literatura, sólo que siempre fue escritor.

Gozó del reconocimiento del público y de los críticos extranjeros (fue el último gran best seller criollo), aunque en la Argentina nunca se le dio el lugar que merecía.Murió el 29 de enero de 1997 en Buenos Aires, víctima de un cáncer de pulmón. Fue sepultado en el Cementerio de la Chacarita.

Nos legó un mundo de extraños perdedores pueblerinos y de inolvidables historias tristes, los guiones cotidianos de la gente común que algunos menosprecian.

viernes, 18 de julio de 2008

HAMBRE DE SOJA

Documental sobre los cultivos de soja transgénica en Argentina , y los estragos que está causando: miseria, desocupación y degradación de los suelos.

Duración: 50:40 Realizado el 21 diciembre 2006


domingo, 13 de julio de 2008

Primera impresion

Si bien suele decirse que "la primera impresion es la que cuenta", en este divertido video veremos como esta afirmacion cae por tierra.

miércoles, 9 de julio de 2008

LiBiDO


GESTA TEATRO Y ZooTROPO Presentan:

LiBiDO

"Obra narrada a través de los cuerpos y del vértigo de su proximidad LiBido Energía creadora liberada en un espacio teatral"…

Creación colectiva bajo la dirección de Leni Mendez con la actuación de: Nina Lenze, Nicolás Goldschmidt, Vanessa Azar, Juan Pablo Delonc.

Música: Tomas Rodríguez
Vestuario: Maximiliano Delonc
Operación de Luces: Valeria Martinez
Fotografía: Carolina Pavon
Entrenamiento en percusión: Germán Menconi
Entrenamiento vocal: Anahí Mariluán



A partir del 11/7

Todos los viernes 21hs en El Social "Espacio de convivencia artística" - Alsina 2764 (a 2 cuadras de Plaza Miserere)

Para mas información visita

http://gestateatro.blogspot.com
http://libidoteatrofisico.blogspot.com

lunes, 7 de julio de 2008

Collar de historias

Discurso de agradecimiento al título de primer Ciudadano Ilustre del Mercosur, Eduardo Galeano.
3 de julio 2008.
Montevideo

Nuestra región es el reino de las paradojas.

Brasil, pongamos por caso:

paradójicamente, el Aleijadinho, el hombre más feo del Brasil, creó las más altas hermosuras del arte de la época colonial; paradójicamente, Garrincha, arruinado desde la infancia por la miseria y la poliomelitis, nacido para la desdicha, fue el jugador que más alegría ofreció en toda la historia del fútbol; y paradójicamente, ya ha cumplido cien años de edad Oscar Niemeyer, que es el más nuevo de los arquitectos y el más joven de los brasileños. ***

O pongamos por caso, Bolivia: en 1978, cinco mujeres voltearon una dictadura militar. Paradójicamente, toda Bolivia se burló de ellas cuando iniciaron su huelga de hambre. Paradójicamente, toda Bolivia terminó ayunando con ellas, hasta que la dictadura cayó.

Yo había conocido a una de esas cinco porfiadas, Domitila Barrios, en el pueblo minero de Llallagua. En una asamblea de obreros de las minas, todos hombres, ella se había alzado y había hecho callar a todos.

-Quiero decirles estito –había dicho-. Nuestro enemigo principal no es el imperialismo, ni la burguesía, ni la burocracia. Nuestro enemigo principal es el miedo, y lo llevamos adentro.

Y años después, reencontré a Domitila en Estocolmo. La habían echado de Bolivia, y ella había marchado al exilio, con sus siete hijos. Domitila estaba muy agradecida de la solidaridad de los suecos, y les admiraba la libertad, pero ellos le daban pena, tan solitos que estaban, bebiendo solos, comiendo solos, hablando solos. Y les daba consejos:

-No sean bobos –les decía-. Júntense. Nosotros, allá en Bolivia, nos juntamos. Aunque sea para pelearnos, nos juntamos. *** Y cuánta razón tenía.

Porque, digo yo: ¿existen los dientes, si no se juntan en la boca? ¿Existen los dedos, si no se juntan en la mano?

Juntarnos: y no sólo para defender el precio de nuestros productos, sino también, y sobre todo, para defender el valor de nuestros derechos. Bien juntos están, aunque de vez en cuando simulen riñas y disputas, los pocos países ricos que ejercen la arrogancia sobre todos los demás. Su riqueza come pobreza, y su arrogancia come miedo. Hace bien poquito, pongamos por caso, Europa aprobó la ley que convierte a los inmigrantes en criminales. Paradoja de paradojas: Europa, que durante siglos ha invadido el mundo, cierra la puerta en las narices de los invadidos, cuando le retribuyen la visita. Y esa ley se ha promulgado con una asombrosa impunidad, que resultaría inexplicable si no estuviéramos acostumbrados a ser comidos y a vivir con miedo.

Miedo de vivir, miedo de decir, miedo de ser. Esta región nuestra forma parte de una América Latina organizada para el divorcio de sus partes, para el odio mutuo y la mutua ignorancia. Pero sólo siendo juntos seremos capaces de descubrir lo que podemos ser, contra una tradición que nos ha amaestrado para el miedo y la resignación y la soledad y que cada día nos enseña a desquerernos, a escupir al espejo, a copiar en lugar de crear. *** Todo a lo largo de la primera mitad del siglo diecinueve, un venezolano llamado Simón Rodríguez anduvo por los caminos de nuestra América, a lomo de mula, desafiando a los nuevos dueños del poder:

-Ustedes –clamaba don Simón-, ustedes que tanto imitan a los europeos, ¿por qué no les imitan lo más importante, que es la originalidad?

Paradójicamente, era escuchado por nadie este hombre que tanto merecía ser escuchado. Paradójicamente, lo llamaban loco, porque cometía la cordura de creer que debemos pensar con nuestra propia cabeza, porque cometía la cordura de proponer una educación para todos y una América de todos, y decía que al que no sabe, cualquiera lo engaña y al que no tiene, cualquiera lo compra, y porque cometía la cordura de dudar de la independencia de nuestros países recién nacidos:

-No somos dueños de nosotros mismos –decía -. Somos independientes, pero no somos libres. *** Quince años después de la muerte del loco Rodríguez, Paraguay fue exterminado. El único país hispanoamericano de veras libre fue paradójicamente asesinado en nombre de la libertad. Paraguay no estaba preso en la jaula de la deuda externa, porque no debía un centavo a nadie, y no practicaba la mentirosa libertad de comercio, que nos imponía y nos impone una economía de importación y una cultura de impostación.

Paradójicamente, al cabo de cinco años de guerra feroz, entre tanta muerte sobrevivió el origen. Según la más antigua de sus tradiciones, los paraguayos habían nacido de la lengua que los nombró, y entre las ruinas humeantes sobrevivió esa lengua sagrada, la lengua primera, la lengua guaraní. Y en guaraní hablan todavía los paraguayos a la hora de la verdad, que es la hora del amor y del humor.

En guaraní, ñe'é significa palabra y también significa alma. Quien miente la palabra, traiciona el alma.

Si te doy mi palabra, me doy. *** Un siglo después de la guerra del Paraguay, un presidente de Chile dio su palabra, y se dio.

Los aviones escupían bombas sobre el palacio de gobierno, también ametrallado por las tropas de tierra. Él había dicho:

-Yo de aquí no salgo vivo.

En la historia latinoamericana, es una frase frecuente. La han pronunciado unos cuantos presidentes que después han salido vivos, para seguir pronunciándola. Pero esa bala no mintió. La bala de Salvador Allende no mintió.

Paradójicamente, una de las principales avenidas de Santiago de Chile se llama, todavía, Once de Setiembre. Y no se llama así por las víctimas de las Torres Gemelas de Nueva York. No. Se llama así en homenaje a los verdugos de la democracia en Chile. Con todo respeto por ese país que amo, me atrevo a preguntar, por puro sentido común: ¿No sería hora de cambiarle el nombre? ¿No sería hora de llamarla Avenida Salvador Allende, en homenaje a la dignidad de la democracia y a la dignidad de la palabra? *** Y saltando la cordillera, me pregunto: ¿por qué será que el Che Guevara, el argentino más famoso de todos los tiempos, el más universal de los latinoamericanos, tiene la costumbre de seguir naciendo? Paradójicamente, cuanto más lo manipulan, cuanto más lo traicionan, más nace. Él es el más nacedor de todos.

Y me pregunto: ¿No será porque él decía lo que pensaba, y hacía lo que decía? ¿No será que por eso sigue siendo tan extraordinario, en este mundo donde las palabras y los hechos muy rara vez se encuentran, y cuando se encuentran no se saludan, porque no se reconocen? *** Los mapas del alma no tienen fronteras, y yo soy patriota de varias patrias. Pero quiero culminar este viajecito por las tierras de la región, evocando a un hombre nacido, como yo, por aquí cerquita.

Paradójicamente, él murió hace un siglo y medio pero sigue siendo mi compatriota más peligroso. Tan peligroso es que la dictadura militar del Uruguay no pudo encontrar ni una sola frase suya que no fuera subversiva, y tuvo que decorar con fechas y nombres de batallas el mausoleo que erigió para ofender su memoria.

A él, que se negó a aceptar que nuestra patria grande se rompiera en pedazos; a él, que se negó a aceptar que la independencia de América fuera una emboscada contra sus hijos más pobres, a él, que fue el verdadero primer ciudadano ilustre de la región, dedico esta distinción, que recibo en su nombre.

Y termino con palabras que le escribí hace algún tiempo: 1820, Paso del Boquerón. Sin volver la cabeza, usted se hunde en el exilio. Lo veo, lo estoy viendo: se desliza el Paraná con perezas de lagarto y allá se aleja flameando su poncho rotoso, al trote del caballo, y se pierde en la fronda.

Usted no dice adiós a su tierra. Ella no se lo creería. O quizás usted no sabe, todavía, que se va para siempre.

Se agrisa el paisaje. Usted se va, vencido, y su tierra se queda sin aliento.

¿Le devolverán la respiración los hijos que le nazcan, los amantes que le lleguen? Quienes de esa tierra broten, quienes en ella entren, ¿se harán dignos de tristeza tan honda?

Su tierra. Nuestra tierra del sur. Usted le será muy necesario, don José. Cada vez que los codiciosos la lastimen y la humillen, cada vez que los tontos la crean muda o estéril, usted le hará falta. Porque usted, don José Artigas, general de los sencillos, es la mejor palabra que ella ha dicho.

Eduardo Galeano, escritor y periodista uruguayo, autor entre otras obras, de Las venas abiertas de América Latina, Memorias del fuego y Espejos/Una historia casi universal.


Gentileza: Rebelion.org

sábado, 5 de julio de 2008

El Indio Solari y las Madres...

Carlos Solari le regaló un poema a Las Madres.
Lo grabó en video, solo, en su casa por pedido de la gente de RadioTea. Se suma así, a un homenaje del que ya participaron, entre muchísimos otros, Manu Chao, Sting y Bono.

El poema - Versión (muy libre) de un poema de Li Po (701-762).

Todavía no han regresado.
Y nosotras, tenemos que cuidar unos pañuelos,
blancos como nuestros cabellos,
para los amargos días venideros.

Sin ustedes a nuestro lado,
esos días serán muy tristes.
Por eso juntamos nuestras fuerzas de mujer,
y cantamos tan fuerte, que quizás lo oigan.
Llegando el estruendo a través del aire.




Gentileza: Clarin
http://www.ciudad.com.ar/nota.aspx?id=01629882

viernes, 27 de junio de 2008

Politica, esa mala palabra



"...deberiamos revisar el significado de la palabra "Politica" en nuestra
sociedad post-dictadura del '76.-
Dicha palabra ha quedado tan vaciada de contenido que ha comenzado a utilizarse con un unico sentido peyorativo:

- Esto es politico
- Este paro es politico
- Los piqueteros son politicos

Si, son politicos. ¿Que otra cosa podrian ser, sino?¿O acaso el gobierno que fuera no es politico? El razonamiento es tan endeble que no soporta siquiera su enunciado.
Seria asi:
"El Ministro de Trabajo apolitico de un gobierno apolitico enfrenta un paro politico".
Idiota, no?

Por oposicion al discurso dominante, "Politico" comenzo a interpretarse como
"Opositor" o "Sectorial" en el peor sentido de ambos terminos. El discurso autoritario - que siempre supuso al Ejercito anterior a la Nacion, incluso- se basa en un imaginario que lo ubica en un sitio "Suprapolitico" o "Metapolitico": mas alla de los supuestamente miserables intereses particulares, ellos encarnan y protegen el interes colectivo, ven el bosque que y no solo el arbol.

Son, para decirlo de otro modo, como un conjunto distinto de sus partes. Lanzadas a la politica
con un discurso antipolitico, las dictaduras han dejado, tambien, desaparecidos semanticos: la palabra politica es uno de ellos."

Jorge Lanata - ADN

Jorge Lanata (nacido el 12 de septiembre de 1960 en Mar del Plata) es un periodista argentino de extensa trayectoria.

miércoles, 4 de junio de 2008

Dicen que soy aburrido...

El arte no tiene porque ser aburrido.

Una clara muestra de ello es esta animacion realizada sobre la opera de Verdi, "La Traviata"

Solo hay que poner en marcha la imaginacion y dejarse llevar...


La Traviata ('La Descarriada') es una ópera en cuatro escenas (tres o cuatro actos) de Giuseppe Verdi. El texto, de Francesco Maria Piave, está basado en la novela de Alexandre Dumas (hijo) La dama de las camelias.

Fue estrenada en el teatro La Fenice de Venecia en 1853. Su estreno fue un fracaso; sin embargo, la representación que se realizó un año después tuvo mucho éxito, adquiriendo así la ópera la popularidad de que goza hoy día.

domingo, 1 de junio de 2008

"El Desafore, o fragmentos de un desencruento"

Para que vayan agendando...

7 de junio, estreno de

"El Desafore, o fragmentos de un desencruento"

"Es a mí a quien me corresponde elegir,
someter su espectáculo al código civilizado de las ilusiones perfectas.
o afrontar en ella el despertar de la intratable realidad
"
R. Barthes







Sábados de Junio y Julio - 20,30 hs

Teatro La Ranchería - México 1152
Reservas: 4382-5862

viernes, 23 de mayo de 2008

Pies hermosos - Mario Benedetti

La mujer que tiene los pies hermosos
nunca podrá ser fea
mansa suele subirle la belleza
por tobillos pantorrillas y muslos
demorarse en el pubis
que siempre ha estado más alla de todo canon
rodear el ombligo como a uno de esos timbres
que si se les presiona tocan para Elisa
reivindicar los lúbricos pezones a la espera
entreabrir los labios sin pronunciar saliva
y dejarse querer por los ojos espejo
La mujer que tiene los pies hermosos
sabe vagabundear por la tristeza

Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno Benedetti Farugia, (nacido el 14 de septiembre de 1920, Paso de los Toros), ensayista, escritor y poeta uruguayo integrante de la Generación del 45, a la que pertenecen también Idea Vilariño y Juan Carlos Onetti, entre otros.

Ha publicado mas de 40 libros y ha sido traducido a 20 idiomas.

La ilustracion pertenece a Rodolfo Fucile

viernes, 18 de abril de 2008

ESPEJO, ESPEJITO

El 15 de abril, llego a las librerías el nuevo trabajo de Eduardo Galeano: "Espejos: una historia casi universal".

Gracias a Hecho en Buenos Aires, contamos con estos adelantos.

Alguna vez Galeano dijo que "la única manera para que la historia no se repita es manteniéndola viva". Guiado por esta convicción será, tal vez, que, como él mismo confiesa, ha sucumbido a la tentación de contar episodios de la aventura humana. Así, hoy publica Espejos. Una historia casi universal (Siglo XXI) donde el uruguayo elige construir el relato de la historia a partir de hechos no muy conocidos. Y ese desconocimiento se debe menos a la falta de registro del hecho en sí que a la perspectiva desde donde fuera registrado. "Cada día, leyendo los diarios, asisto a una clase de historia. Los diarios me enseñan por lo que dicen y por lo que callan. Quizá por eso sus silencios dicen más que sus palabras y con frecuencia sus palabras revelan, mintiendo, la verdad", explica. A continuación fragmentos de este libro que desarrollan cierta curiosa genealogía de instituciones y conceptos presentes en nuestra vida cotidiana.

ORGANIZACIÓN INTERNACIONAL DEL COMERCIO
Había que elegir al dios del comercio. Desde el trono del Olimpo, Zeus estudió a su familia. No tuvo que pensarlo mucho. Tenía que ser Mermes. Zeus le regaló sandalias con alitas de oro y le encargó la promoción del intercambio mercantil, la firma de tratados y la salvaguarda de la libertad de comercio. Mermes, que después, en Roma, se llamó Mercurio, fue elegido porque era el que mejor mentía.

DIVISIÓN DEL TRABAJO
Dicen que fue el rey Manu quien otorgó prestigio divino a las castas de la India. De su boca brotaron los sacerdotes. De sus brazos, los reyes y los guerreros. De sus muslos, los comerciantes. De sus pies, los siervos y los artesanos. Y a partir de entonces se construyó la pirámide social, que en la India tiene más de tres mil pisos. Cada cual nace donde debe nacer, para hacer lo que debe hacer. En tu cuna está tu tumba, tu origen es tu destino: tu vida es la recompensa o el castigo que merecen tus vidas anteriores, y la herencia dicta tu lugar y tu función. El rey Manu aconsejaba corregir la mala conducta: si una persona de casta inferior escucha los versos de los libros sagrados, se le echará plomo derretido en los oídos; y si los recita, se le cortará la lengua. Estas pedagogías ya no se aplican, pero todavía quien se sale de su sitio, en el amor, en el trabajo o en lo que sea, arriesga escarmientos públicos que podrían matarlo o dejarlo más muerto que vivo. Los sin casta, uno de cada cinco hindúes, están por debajo de los de más abajo. Los llaman intocables, porque contaminan: malditos entre los malditos, no pueden hablar con los demás, ni caminar sus caminos, ni tocar sus vasos ni sus platos. La ley los protege, la realidad los expulsa. A ellos, cualquiera los humilla; a ellas, cualquiera las viola, que ahí sí que resultan tocables las intocables. A finales del año 2004, cuando el tsunami embistió contra las costas de la India, los intocables se ocuparon de recoger la basura y los muertos. Como siempre.

LAS AGENCIAS DE NOTICIAS
Napoleón fue definitivamente derrotado por los ingleses en la batalla de Guatéalo, al sur de Bruselas. El mariscal Arthur Wellesley, duque de Wellington, se adjudicó la victoria, pero el vencedor fue el banquero Nathan Rothschild, que no disparó ni un tiro y estaba muy lejos de allí. Rothschild operó al mando de una minúscula tropa de palomas mensajeras. Las palomas, veloces y bien amaestradas, le llevaron la noticia a Londres. Él supo antes que nadie que Napoleón había sido derrotado, pero hizo correr la voz de que la victoria francesa había sido fulminante, y despistó al mercado desprendiéndose de todo lo que fuera británico, bonos, acciones, dinero. Y en un santiamén todos lo imitaron, porque él siempre sabía lo que hacía, y a precio de basura vendieron los valores de la nación que creían vencida. Y entonces Rothschild compró. Compró todo, a cambio de nada. Así Inglaterra triunfó en el campo de batalla y fue derrotada en la Bolsa de Valores.
El banquero Rothschild multiplicó por veinte su fortuna y se convirtió en el hombre más rico del mundo. Algunos años después, a mediados del siglo XIX, nacieron las primeras agencias internacionales de prensa: Havas, que ahora se llama France Presse, Reuters, Associated Press... Todas usaban palomas mensajeras.


INSEGURIDAD CIUDADANA
La democracia griega amaba la libertad, pero vivía de sus pri¬sioneros. Los esclavos y las esclavas labraban tierras, abrían caminos, excavaban montañas en busca de plata y de piedras, alzaban casas, tejían ropas, cosían calzados, cocinaban, lava¬ban, barrían, forjaban lanzas y corazas, azadas y martillos, daban placer en las fiestas y en los burdeles y criaban a los hijos de sus amos.
Un esclavo era más barato que una muía. La esclavitud, tema despreciable, rara vez aparecía en la poesía, en el teatro o en las pinturas que decoraban las vasijas y los muros. Los filóso¬fos la ignoraban, como no fuera para confirmar que ése era el destino natural de los seres inferiores, y para encender la alar¬ma. Cuidado con ellos, advertía Platón. Los esclavos, decía, tienen una inevitable tendencia a odiar a sus amos y sólo una constante vigilancia podrá impedir que nos asesinen a todos. Y Aristóteles sostenía que el entrenamiento militar de los ciu¬dadanos era imprescindible, por la inseguridad reinante'.

miércoles, 2 de abril de 2008

La sirena

Manuel Mujica Láinez (Buenos Aires, 11 de septiembre de 1910 - "El Paraíso" en Cruz Chica, Córdoba, 21 de abril de 1984), escritor, crítico de arte, biógrafo y periodista argentino.

La sirena

Corren a lo largo de los grandes ríos, desde las empalizadas de Buenos Aires hasta la casa fuerte de Nuestra Señora de la Asunción, las noticias sobre los hombres blancos, sobre sus victorias y sus desalientos, sus locos viajes y la traidora pasión con que se matan unos a otros.
Las conducen los indios en sus canoas y pasan de tribu en tribu, internándose en los bosques, derramándose por la llanuras, desfigurándose, complicándose, abultándose. Las llevan las bestias feroces o curiosas: los jaguares, los pumas, las vizcachas, los quirquinchos, las serpientes pintarrajeadas, los monos, papagayos y picaflores infinitos. Y las transmiten también en su torbellino los vientos contrarios: el del sudeste, que sopla con olor a agua; el polvoriento pampero; el del norte, que empuja las nubes de langostas; el del sur, que tiene la boca dura de escarcha.
La Sirena oyó hablar de ellos hace años, desde que aparecieron asombrando el paisaje fluvial las expediciones de Juan Díaz de Solís y Sebastián Caboto. Por verles abandonó su refugio de la laguna de Itapuá. A todos les ha visto, como vio más tarde a quienes vinieron en la flota magnífica de don Pedro de Mendoza, el fundador.
Y ha crecido su inquietud. Sus compañeros la interrogaban, burlones.-¿Has encontrado? ¿Has encontrado?Y la Sirena se limitaba a mover la cabeza tristemente.No, no había encontrado. Se lo dijo al Anta de orejas de mula y hocico de ternera que cría en su seno la misteriosa piedra bezoar; se lo dijo al Carbunclo que ostenta en la frente una brasa; se lo dijo al Gigante que habita cerca de las cataratas estruendosas y que acude a pescar en la Peña Pobre, desnudo.
No había encontrado. No había encontrado.Ya no regresó a la laguna de Itapuá. Nadaba perezosamente, semiescondida por el fleco de los sauces, y los pájaros acallaban el bullicio para oírla cantar.Va de un extremo al otro de los ríos patriarcales. No teme ni a los remolinos ni a los saltos que levantan cortinas de lluvia transparente; ni al rigor del invierno ni a la llama del estío. El agua juega con sus pechos y con su cabellera; con sus brazos ágiles; con la cola de escamas azules prolongada en tenues aletas caudales color del arco iris.
A veces se sumerge durante horas y a veces se tiende en la corriente tranquila y un rayo de sol se acuesta sobre la frescura de su torso. Loa yacarés la acompañan un trecho, revolotean en torno suyo los patos y las palomas llamadas apicazú, pero presto se fatigan, y la Sirena continúa su viaje, río abajo, río arriba, enarcada como un cisne, flojos los brazos como trenzas, y hace pensar en ciertas alhajas del Renacimiento, con perlas barrocas, esmaltes y rubíes.-¿Has encontrado? ¿Has encontrado?La mofa: ¿Has encontrado?Suspira porque presiente que nunca hallará. Los hombres blancos son como los aborígenes: sólo hombres.
Tienen la piel más fina y mas clara, pero son eso: sólo hombres. Y ella no puede amar a un hombre. No puede amar a un hombre que sólo sea hombre, ni a un pez que sea sólo pez.Ahora nada por el Río de la Plata, rumbo a la aldea de Mendoza.
El Gigante le ha referido que unos bergantines descendieron de Asunción, y por los faisanes ha sabido que sus jefes se aprestan a despoblar a Buenos Aires. Precaria fue la vida de la ciudad. Y triste. Apenas han transcurrido cinco años desde que el Adelantado alzó allí las chozas. Y la destruirán.En la vaguedad del crepúsculo, la Sirena distingue los tres navíos que cabecean en el Riachuelo. Más allá, en la meseta, arden los fuegos del villorrio destinado a morir.Se aproxima cautelosamente. No ha quedado casi nadie en los bergantines.
Eso le permite acercarse. Nuca ha rozado como hoy con el pecho grácil las proas; nunca ha mirado tan vecinas las velas cuadradas que tiemblan al paso de la brisa.Son unos barcos viejos, mal calafateados. La noche de junio se derrumba sobre ellos. Y la Sirena bracea silenciosamente alrededor de los cascos. En el más grande, en lo alto de la roda, bajo el bauprés, advierte una armada figura, y de inmediato se esconde, temerosa de ser descubierta.
Luego reaparece, mojado el cabello negro, goteantes las negras pestañas.¿Es un hombre? ¿Es un hombre armado de un cuchillo? O no... o no es un hombre... El corazón le brinca. Vuelve a zambullirse. La noche lo cubre todo. Únicamente fulgen en el cielo las estrellas frías y en la aldea las fogaradas de quienes preparan el viaje. Han incendiado la nao que hacía de fortaleza, la capilla, las casas. Hay hombres y mujeres que lloran y se resisten a embarcar, y los vacunos lanzas unos mugidos sonoros, desesperados, que suenan como bocinas melancólicas en la desierta oscuridad.Al amanecer prosigue la carga de los bergantines. Partirán hoy.
En lo que fue Buenos Aires, sólo queda una carta con instrucciones para quienes arriben al puerto, aconsejándoles cómo precaverse de los indios y prometiéndoles el Paraíso en Asunción, donde los cristianos cuentan con setecientas esclavas para serviles.Las naos remontan el río, entre las islas del delta. La Sirena las sigue a la distancia, columpiándose en el vaivén de las estelas espumosas.¿Es un hombre? ¿Es un hombre armado de un cuchillo?
Tuvo que aguardar a la luz indecisa de la tarde para verle. No había abandonado su puesto de vigía. Con un tridente en la derecha y una rodela embrazada, custodiaba el bauprés del cual tironeaban los foques al menor balanceo. No, no era un hombre. Era un ser como ella, de su casta ambigua, hombre hasta la mitad del cuerpo, pues el resto, de la cintura a los pies, se transformaba en una ménsula adherida al barco. Una barba rígida, triangular, le dividía el pecho. Le rodeaba la frente una pequeña corona.
Y así, medio hombre y medio capitel, todo él moreno, soleado, estriado por las tormentas, parecía arrastrar el navío al impulso de su torso recio.La Sirena ahogó un grito. Surgieron en la borda las cabezas de los soldados. Y ella se ocultó. Se sumergió tan hondo que sus manos se enredaron en plantas extrañas, incoloras, y el olear se lleno de burbujas.La noche arma de nuevo sus tenebrosas tiendas, y la hija del Mar se arriesga a arrimarse a la popa y a deslizarse hasta el bauprés, eludiendo las manchas amarillas de los faroles encendidos.
A su claridad el Mascarón es más hermoso. Se le sube la luz por las barbas de dios del Océano hacia los ojos que acechan el horizonte.La Sirena le llama por lo bajo. Le llama y es tan suave su voz que los animales nocturnos que rugen y ríen en la cercana espesura callan a un tiempo.Pero el Mascarón de afilado tridente no contesta y sólo se escucha el chapotear del agua contra los flancos del bergantín y la salmodia del paje que anuncia la hora junto al reloj de arena.Entonces la Sirena comienza a cantar para seducir al impasible, y las bordas de los tres navíos se pueblan de cabezas maravilladas.
Hasta irrumpe en el puente Domingo Martínez de Irala, el jefe violento. Y todos se imaginan que un pájaro está cantando en la floresta y escudriñan la negrura de los árboles. Canta la Sirena y los hombres recuerdan sus caseríos españoles, los ríos familiares que murmuran en las huertas, los cigarrales, las torres de piedra erguidas hacia el vuelo de las golondrinas. Y recuerdan sus amores distantes, sus lejanas juventudes, las mujeres que acariciaron a la sombra de las anchas encinas, cuando sonaban los tamboriles y las flautas y el zumbido de las abejas amodorraba los campos. Huelen el perfume del heno y del vino que se mezcla al rumor de las ruecas veloces. Es como si una gran vaharada del aire de Castilla, de Andalucía, de Extremadura, meciera las velas y los pendones del Rey.
El Mascarón es el único en quien no hace mella esa voz peregrina.Y los hombres se alejan uno a uno cuando cesa la canción. Se arrojan en sus cujas o sobre los rollos de cuerdas, a soñar. Dijérase que los tres bergantines han florecido de repente, que hay guirnaldas tendidas en los velámenes, de tantos sueños.La Sirena se estira en el agua quieta. Lentamente, angustiosamente, se enlaza a la vieja proa. Su cola golpea contra las tablas carcomidas.
Ayudándose con las uñas y las aletas empieza a ascender hacia el Mascarón que, allá arriba, señala el camino de los tesoros. Ya se ciñe a la ménsula rota. Ya rodea con los brazos la cintura de madera. Ya aprieta su desesperación contra el tronco insensible.Le besa los labios esculpidos, los ojos pintados.Le abraza, le abraza y por sus mejillas ruedan las lágrimas que nunca lloró. Siente un dolor dulcísimo y terrible, porque el corto tridente se le ha clavado en el seno y su sangre pálida mana de la herida sobre el cuerpo esbelto del Mascarón.
Entonces se oye un grito lastimero y la estatua se desgaja del bauprés. Caen al río, entre la fuga plateada de los pejereyes, de los sábalos, de los surubíes.

domingo, 16 de marzo de 2008

Porque deberia sorprenderme?

Ayer por la tarde, la intolerancia se cobro una nueva victima.
Emanuel Alvarez, un chico de 21 años que se dirigia a alentar a su equipo de futbol, Velez Sarsfield, fue asesinado de un disparo en el pecho.

Pero esto no me sorprende.


En nuestro pais la frase nacional es "A estos hay que matarlos" y en la lista podriamos incluir, "A los negros hay que matarlos" "A los putos hay que matarlos" "A los judios hay que matarlos" "A los piqueteros hay que matarlos" "A los zurdos hay que matarlos" "A los que roban estereos..." y asi, ad eternum.

Siempre tenemos en la mira alguien a quien matar. Nuestro pais tiene una rica tradicion en buscar a quien matar, desde Roca hasta Videla siempre hubo un "distinto", alguien que molestaba y que merecia la muerte.


Por eso, que hinchas de un club maten a un ser humano solo porque tiene una camiseta diferente, no me asombra.

En todo caso, me asusta.

viernes, 7 de marzo de 2008

El ruiseñor y la rosa

—Dijo que bailaría conmigo si le llevaba una rosa roja —se lamentaba el joven estudiante—, pero no hay una sola rosa roja en todo mi jardín.
Desde su nido de la encina, oyole el ruiseñor. Miró por entre las hojas asombrado.

—¡No hay ni una rosa roja en todo mi jardín! —gritaba el estudiante.
Y sus bellos ojos se llenaron de llanto.
—¡Ah, de qué cosa más insignificante depende la felicidad! He leído cuanto han escrito los sabios; poseo todos los secretos de la filosofía y encuentro mi vida destrozada por carecer de una rosa roja.
—He aquí, por fin, el verdadero enamorado —dijo el ruiseñor—. Le he cantado todas las noches, aún sin conocerlo; todas las noches les cuento su historia a las estrellas, y ahora lo veo. Su cabellera es oscura como la flor del jacinto y sus labios rojos como la rosa que desea; pero la pasión lo ha puesto pálido como el marfil y el dolor ha sellado su frente.

—El príncipe da un baile mañana por la noche —murmuraba el joven estudiante—, y mi amada asistirá a la fiesta. Si le llevo una rosa roja, bailará conmigo hasta el amanecer. Si le llevo una rosa roja, la tendré en mis brazos, reclinará su cabeza sobre mi hombro y su mano estrechará la mía. Pero no hay rosas rojas en mi jardín. Por lo tanto, tendré que estar solo y no me hará ningún caso. No se fijará en mí para nada y se destrozará mi corazón.
—He aquí el verdadero enamorado —dijo el ruiseñor—. Sufre todo lo que yo canto: todo lo que es alegría para mí es pena para él. Realmente el amor es algo maravilloso: es más bello que las esmeraldas y más raro que los finos ópalos. Perlas y rubíes no pueden pagarlo porque no se halla expuesto en el mercado. No puede uno comprarlo al vendedor ni ponerlo en una balanza para adquirirlo a peso de oro.
—Los músicos estarán en su estrado —decía el joven estudiante—. Tocarán sus instrumentos de cuerda y mi adorada bailará a los sones del arpa y del violín. Bailará tan vaporosamente que su pie no tocará el suelo, y los cortesanos con sus alegres atavíos la rodearán solícitos; pero conmigo no bailará, porque no tengo rosas rojas que darle.

Y dejándose caer en el césped, se cubría la cara con las manos y lloraba.

—¿Por qué llora? —preguntó la lagartija verde, correteando cerca de él, con la cola levantada.
—Sí, ¿por qué? —decía una mariposa que revoloteaba persiguiendo un rayo de sol.
—Eso digo yo, ¿por qué? —murmuró una margarita a su vecina, con una vocecilla tenue.
—Llora por una rosa roja.
—¿Por una rosa roja? ¡Qué tontería!

Y la lagartija, que era algo cínica, se echo a reír con todas sus ganas.
Pero el ruiseñor, que comprendía el secreto de la pena del estudiante, permaneció silencioso en la encina, reflexionando sobre el misterio del amor.
De pronto desplegó sus alas oscuras y emprendió el vuelo.
Pasó por el bosque como una sombra, y como una sombra atravesó el jardín.
En el centro del prado se levantaba un hermoso rosal, y al verle, voló hacia él y se posó sobre una ramita.

—Dame una rosa roja —le gritó—, y te cantaré mis canciones más dulces.
Pero el rosal meneó la cabeza.
—Mis rosas son blancas —contestó—, blancas como la espuma del mar, más blancas que la nieve de la montaña. Ve en busca del hermano mío que crece alrededor del viejo reloj de sol y quizá él te dé lo que quieres.
Entonces el ruiseñor voló al rosal que crecía entorno del viejo reloj de sol.
—Dame una rosa roja —le gritó — y te cantaré mis canciones más dulces.
Pero el rosal meneó la cabeza.
—Mis rosas son amarillas —respondió—, tan amarillas como los cabellos de las sirenas que se sientan sobre un tronco de árbol, más amarillas que el narciso que florece en los prados antes de que llegue el segador con la hoz. Ve en busca de mi hermano, el que crece debajo de la ventana del estudiante, y quizá el te dé lo que quieres.

Entonces el ruiseñor voló al rosal que crecía debajo de la ventana del estudiante.
—Dame una rosa roja —le gritó— y te cantaré mis canciones más dulces.
Pero el arbusto meneó la cabeza.

—Mis rosas son rojas —respondió—, tan rojas como las patas de las palomas, más rojas que los grandes abanicos de coral que el océano mece en sus abismos; pero el invierno ha helado mis venas, la escarcha ha marchitado mis botones, el huracán ha partido mis ramas, y no tendré más rosas este año.
—No necesito más que una rosa roja —gritó el ruiseñor—, una sola rosa roja. ¿No hay ningún medio para que yo la consiga?
—Hay un medio —respondió el rosal—, pero es tan terrible que no me atrevo a decírtelo.
—Dímelo —contestó el ruiseñor—. No soy miedoso.
—Si necesitas una rosa roja —dijo el rosal —, tienes que hacerla con notas de música al claro de luna y teñirla con sangre de tu propio corazón. Cantarás para mí con el pecho apoyado en mis espinas. Cantarás para mí durante toda la noche y las espinas te atravesarán el corazón: la sangre de tu vida correrá por mis venas y se convertirá en sangre mía.

—La muerte es un buen precio por una rosa roja —replicó el ruiseñor—, y todo el mundo ama la vida. Es grato posarse en el bosque verdeante y mirar al sol en su carro de oro y a la luna en su carro de perlas. Suave es el aroma de los nobles espinos. Dulces son las campanillas que se esconden en el valle y los brezos que cubren la colina. Sin embargo, el amor es mejor que la vida. ¿Y qué es el corazón de un pájaro comparado con el de un hombre?

Entonces desplegó sus alas oscuras y emprendió el vuelo. Pasó por el jardín como una sombra y como una sombra cruzó el bosque.
El joven estudiante permanecía tendido sobre el césped allí donde el ruiseñor lo dejó y las lágrimas no se habían secado aún en sus bellos ojos.

—Sé feliz —le gritó el ruiseñor—, sé feliz; tendrás tu rosa roja. La crearé con notas de música al claro de luna y la teñiré con la sangre de mi propio corazón. Lo único que te pido, en cambio, es que seas un verdadero enamorado, porque el amor es más sabio que la filosofía, aunque ésta sea sabia; más fuerte que el poder, por fuerte que éste lo sea. Sus alas son color de fuego y su cuerpo color de llama; sus labios son dulces como la miel y su hálito es como el incienso.

El estudiante levantó los ojos del césped y prestó atención; pero no pudo comprender lo que le decía el ruiseñor, pues sólo sabía las cosas que están escritas en los libros.
Pero la encina lo comprendió y se puso triste, porque amaba mucho al ruiseñor que había construido su nido en sus ramas.
—Cántame la última canción —murmuró—. ¡Me quedaré tan triste cuando te vayas!
Entonces el ruiseñor cantó para la encina, y su voz era como el agua que ríe en una fuente argentina.

Al terminar la canción, el estudiante se levantó, sacando al mismo tiempo su cuaderno de notas y su lápiz.
"El ruiseñor —se decía paseándose por la alameda—, el ruiseñor posee una belleza innegable, ¿pero siente? Me temo que no. Después de todo, es como muchos artistas: puro estilo, exento de sinceridad. No se sacrifica por los demás. No piensa más que en la música y en el arte; como todo el mundo sabe, es egoísta. Ciertamente, no puede negarse que su garganta tiene notas bellísimas. ¡Que lástima que todo eso no tenga sentido alguno, que no persiga ningún fin práctico!"

Y volviendo a su habitación, se acostó sobre su cama y se puso a pensar en su adorada.
Al poco rato se quedó dormido.
Y cuando la luna brillaba en los cielos, el ruiseñor voló al rosal y colocó su pecho contra las espinas.

Y toda la noche cantó con el pecho apoyado sobre las espinas, y la fría luna de cristal se detuvo y estuvo escuchando toda la noche.
Cantó durante toda la noche, y las espinas penetraron cada vez más en su pecho, y la sangre de su vida fluía de su pecho.

Al principio cantó el nacimiento del amor en el corazón de un joven y de una muchacha, y sobre la rama más alta del rosal floreció una rosa maravillosa, pétalo tras pétalo, canción tras canción.
Primero era pálida como la bruma que flota sobre el río, pálida como los pies de la mañana y argentada como las alas de la aurora.
La rosa que florecía sobre la rama más alta del rosal parecía la sombra de una rosa en un espejo de plata, la sombra de la rosa en un lago.
Pero el rosal gritó al ruiseñor que se apretase más contra las espinas.

—Apriétate más, ruiseñorcito —le decía—, o llegará el día antes de que la rosa esté terminada.
Entonces el ruiseñor se apretó más contra las espinas y su canto fluyó más sonoro, porque cantaba el nacimiento de la pasión en el alma de un hombre y de una virgen.
Y un delicado rubor apareció sobre los pétalos de la rosa, lo mismo que enrojece la cara de un enamorado que besa los labios de su prometida.

Pero las espinas no habían llegado aún al corazón del ruiseñor; por eso el corazón de la rosa seguía blanco: porque sólo la sangre de un ruiseñor puede colorear el corazón de una rosa.
Y el rosal gritó al ruiseñor que se apretase más contra las espinas.

—Apriétate más, ruiseñorcito —le decía—, o llegará el día antes de que la rosa esté terminada.
Entonces el ruiseñor se apretó aún más contra las espinas, y las espinas tocaron su corazón y él sintió en su interior un cruel tormento de dolor.
Cuanto más acerbo era su dolor, más impetuoso salía su canto, porque cantaba el amor sublimado por la muerte, el amor que no termina en la tumba.

Y la rosa maravillosa enrojeció como las rosas de Bengala. Purpúreo era el color de los pétalos y purpúreo como un rubí era su corazón.
Pero la voz del ruiseñor desfalleció. Sus breves alas empezaron a batir y una nube se extendió sobre sus ojos.
Su canto se fue debilitando cada vez más. Sintió que algo se le ahogaba en la garganta.
Entonces su canto tuvo un último destello. La blanca luna le oyó y olvidándose de la aurora se detuvo en el cielo.
La rosa roja le oyó; tembló toda ella de arrobamiento y abrió sus pétalos al aire frío del alba.
El eco le condujo hacia su caverna purpúrea de las colinas, despertando de sus sueños a los rebaños dormidos.
El canto flotó entre los cañaverales del río, que llevaron su mensaje al mar.

—Mira, mira —gritó el rosal—, ya está terminada la rosa.
Pero el ruiseñor no respondió; yacía muerto sobre las altas hierbas, con el corazón traspasado de espinas.
A medio día el estudiante abrió su ventana y miró hacia afuera.

—¡Qué extraña buena suerte! —exclamó—. ¡He aquí una rosa roja! No he visto rosa semejante en toda mi vida. Es tan bella que estoy seguro de que debe tener en latín un nombre muy enrevesado.
E inclinándose, la cogió.
Inmediatamente se puso el sombrero y corrió a casa del profesor, llevando en su mano la rosa.
La hija del profesor estaba sentada a la puerta. Devanaba seda azul sobre un carrete, con un perrito echado a sus pies.

—Dijiste que bailarías conmigo si te traía una rosa roja —le dijo el estudiante—. He aquí la rosa más roja del mundo. Esta noche la prenderás cerca de tu corazón, y cuando bailemos juntos, ella te dirá cuanto te quiero.
Pero la joven frunció las cejas.

—Temo que esta rosa no armonice bien con mi vestido —respondió—. Además, el sobrino del chambelán me ha enviado varias joyas de verdad, y ya se sabe que las joyas cuestan más que las flores.
—¡Oh, qué ingrata eres! —dijo el estudiante lleno de cólera.
Y tiró la rosa al arroyo.
Un pesado carro la aplastó.

—¡Ingrato! —dijo la joven—. Te diré que te portas como un grosero; y después de todo, ¿qué eres? Un simple estudiante. ¡Bah! No creo que puedas tener nunca hebillas de plata en los zapatos como las del sobrino del chambelán.
Y levantándose de su silla, se metió en su casa.

"¡Qué tontería es el amor! —se decía el estudiante a su regreso—. No es ni la mitad de útil que la lógica, porque no puede probar nada; habla siempre de cosas que no sucederán y hace creer a la gente cosas que no son ciertas. Realmente, no es nada práctico, y como en nuestra época todo estriba en ser práctico, voy a volver a la filosofía y al estudio de la metafísica."

Y dicho esto, el estudiante, una vez en su habitación, abrió un gran libro polvoriento y se puso a leer.


Oscar Fingal O’Flahertie Wills Wilde (1854 / 1900), escritor, poeta y dramaturgo irlandés nació en Dublín el 16 de octubre de 1854.

sábado, 1 de marzo de 2008

La computadora y yo

por Eduardo Galeano

No bien llegué a territorio norteamericano, me acerqué a una computadora y pulsé la tecla Quejas. Mis viejas convicciones anti-imperialistas me impulsaron a protestar contra el muro que Estados Unidos está levantando en la frontera con México. Yo creía que esa vasta pared de acero se proponía impedir la libre circulación de las personas, al mismo tiempo que el Tratado de Libre Comercio aseguraba la libre circulación del dinero, y eso no me parecía bien. Pero la computadora despejó la confusión de mi espíritu:­No es un muro ­explicó­. Es una obra de arte. Un gigantesco monumento que se erige en memoria de los mártires del oprobioso Muro de Berlín.

Entonces pulsé la tecla Dudas. Se me ocurrió plantear el caso de las leyes contra los inmigrantes. Leyes ya aprobadas, como la 187 de California, que suprime los derechos de los inmigrantes ilegales, y leyes anunciadas, como las que amenazan suprimir también los derechos de los inmigrantes legales. Mi duda era: ¿Se proponen estas leyes beneficiar a los indios? Siendo Estados Unidos una nación de inmigrantes, sólo los indígenas, los Native Americans, quedarían a salvo de esas medidas. Me parecía un gesto conmovedor: una expiación histórica, al cabo de tanto crimen y de tanto desprecio. Pero la máquina me aclaró las cosas: en América, inmigrantes son todos, y los indios también. Ellos vinieron desde el Asia, hace 30 mil años. Las leyes no tendrán excepciones.

Pulsé la tecla Iniciativas. Pregunté si ya existía algún proyecto para fabricar una tinta mágica, que fuera capaz de bañar a la mano de obra latinoamericana, para hacerla invisible, cada día, a la caída del sol, después de las horas de trabajo en los campos y en las calles del norte. Esa tinta podría evitar la molesta presencia de los braceros mexicanos y centroamericanos en las plazas, cines, restoranes y otros lugares públicos de los pueblos y ciudades de Estados Unidos.

­No todavía ­informó la computadora.

Volví a pulsar la tecla Iniciativas. Pregunté si a nadie se le había ocurrido la idea de abrir una embajada de los Estados Unidos de América en Estados Unidos de América, con sede en Washington, para que la CIA pudiera organizar golpes de Estado también en su propio país.

­No todavía ­repitió la computadora.

Regresé a la tecla Dudas. Pregunté: ¿No será un error que se llame Secretaría de Defensa al órgano de gobierno que se ocupa de la fuerza militar de Estados Unidos? ¿No será un error llamar Presupuesto de Defensa al dinero que la alimenta? Defensa me parecía una palabra equivocada, teniendo en cuenta que Estados Unidos no ha sido jamás invadido por nadie, pero en cambio se ha dedicado a invadir a los demás, desde los albores de su vida independiente, a un promedio de una invasión por año. ¿Y por qué esos gastos de Defensa siguen siendo tan enormes, casi el doble que en 1980? ¿Defensa contra quién, si ahora los rusos son buenos? Con cibernética impaciencia, la máquina me cortó el discurso y puso las cosas en su lugar:­El mundo amenaza ­explicó­. No se puede confiar en nadie. Los buenos de ayer pueden ser los malos de hoy. Los buenos de hoy pueden ser los malos de mañana.

Yo agradecí la información, pero pedí a la computadora que me diera un ejemplo, sin ánimo de abusar de la buena voluntad de la tecnología.

­El tabaco ­respondió la máquina.

En ese momento se me iluminó la cabeza. Me di cuenta de que ésa era una tremenda verdad: ayer el cigarrillo había sido bueno, en los labios de Humphrey Bogart o del vaquero de Marlboro, pero hoy es malo. Malísimo. Estados Unidos ha declarado la guerra santa contra el cigarrillo. Ignorante de mí, pregunté: ¿Por qué? ¿Se prohibe el cigarrillo porque da cáncer, o porque da placer?Entonces la computadora se desconectó. Y yo me quedé sin saber si los marines iban a invadir a los países fumantes, para salvar al mundo del pecado del humo. No habiendo más enemigos a la vista, ésa me parecía una promisoria posibilidad para el Pentágono y su presupuesto.

La máquina se negó a seguir funcionando. No me sorprendió. Yo nunca he tenido confianza en las computadoras. Siempre he sospechado que ellas beben de noche, cuando nadie las ve.

sábado, 23 de febrero de 2008

Obdulio Varela - El reposo del centrojás

Osvaldo Soriano, de "Artistas, locos y criminales", Editorial Bruguera. ©

Osvaldo Soriano, 1983.

(16 de julio de 1972)

A Daniel Divinsky

La Historia de vida , tal como se la conocía en el suplemento cultural de La Opinión, era una de las formas más difíciles del reportaje. Consistía en escuchar, ante un grabador, durante cinco o seis horas--tal vez más--, a un hombre o una mujer que reconstruían los mejores--o los más terribles--momentos de su existencia. Luego había que comprimir sin reducir, restituyendo a la vez el sabor del relato, el estilo narrativo del entrevistado. Carlos Tarsitano, Ricardo Halac, Julio Ardiles Cray y yo practicábamos el género en La Opinión. Esta entrevista me fue sugerida por Hermenegildo Sábat, quien ilustró en el diario casi todos los textos que contiene este volumen.

El 16 de julio de 1950, en el estadio Maracaná de Rio de Janeiro, nació una de las últimas leyendas del fútbol rioplatense; ese día, el imponente centromedio uruguayo Obdulio Varela silenció a 150 mil fanáticos que festejaban el gol brasileño en la final de la Copa del Mundo, convertido por el puntero Friaca. A los seis minutos del segundo tiempo, Brasil abrió el marcador alentado por las repletas tribunas del Maracaná, inaugurado especialmente para ese torneo.

Entonces, todo Río de Janeiro fue una explosión de júbilo; los petardos y las luces de colores se encendieron de una sola vez. Obdulio, un morocho tallado sobre piedra, fue hacia su arco vencido, levantó la pelota en silencio y la guardó entre el brazo derecho y el cuerpo. Los brasileños ardían de júbilo y pedían más goles. Ese modesto equipo uruguayo, aunque temible, era una buena presa para festejar un título mundial. Tal vez el único que supo comprender el dramatismo de ese instante, de computarlo fríamente, fue el gran Obdulio, capitán--y mucho más--de ese equipo joven que empezaba a desesperarse.

Y clavó sus ojos pardos, negros, blancos, brillantes, contra tanta luz, e irguió su torso cuadrado, y caminó apenas moviendo los pies, desafiante, sin una palabra para nadie y el mundo tuvo que esperarlo tres minutos para que llegara al medio de la cancha y espetara al juez diez palabras en incomprensible castellano. No tuvo oído para los brasileños que lo insultaban porque comprendían su maniobra genial: Obdulio enfriaba los ánimos, ponía distancia entre el gol y la reanudación para que, desde entonces, el partido--y el rival--, fueran otros.

Hubo un intérprete, una estirada charla--algo tediosa-- entre el juez y el morocho. El estadio estaba en silencio. Brasil ganaba uno a cero, pero por primera vez los jóvenes uruguayos comprendieron que el adversario era vulnerable. Cuando movieron la pelota, los orientales sabían que el gigante tenía miedo.

Fue un aluvión. Los uruguayos atropellaban sin respetar a un rival superior pero desconcertado. Obdulio empujaba desde el medio de la cancha a los gritos, ordenando a sus compañeros. Parecía que la pelota era de él, y cuando no la tenía, era porque la había prestado por un rato a sus compañeros para que se entretuvieran. Llegó el empate. Los brasileños sintieron que estaban perdidos.

El griterío de la tribuna no bastaba para dar agilidad a sus músculos, claridad a sus ideas.

Las casacas celestes estaban en todas partes y les importaba un bledo del gigante. Faltaban nueve minutos para terminar cuando Uruguay marcó el tanto de la victoria.

El mundo no podía creer que el coloso muriera en su propia casa, despojado de gloria.

Muchas mentes abiertas deberian estar cerradas por reparaciones....