lunes, 13 de diciembre de 2010

Sr. Jefe de Gobierno, me puede decir...

Señor Jefe de Gobierno, Ing. Mauricio Macri:

Ya se que es Ud. incapaz de solucionar el tema de las inundaciones en la ciudad que gobierna. Lo mas sofisticado que se le ocurrio fue mandar soguitas a Juan B. Justo para que crucen los vecinos y de esto culpa al Gobierno Nacional.

Ya se que es Ud. incapaz de construir los 10km de subtes por año que prometio durante su campaña electoral. Solo inauguro tramos construidos por anteriores gobernantes. Y de esto culpa al Gobierno Nacional.

Ya se que es Ud. Incapaz de controlar las construcciones de nuevas viviendas en la ciudad que Ud. gobierna y tampoco es capaz de controlar las modificaciones en locales nocturnos, aunque esto haya causado la perdida de vidas humanas. Por lo menos en esto no lo escuche culpar al Gobierno nacional.



Ya se que es Ud. incapaz de solucionar la toma de terrenos por medios pacificos y lo mas inteligente que se le ocurre es mandar a barrabravas empleados suyos armados a disparar, aunque esto tambien haya causado la perdida de vidas humanas. Y de esto tambien culpa al Gobierno Nacional.


Lo que no se y quisiera que Ud. como Responsable de la Ciudad Autonoma de Buenos Aires me responda es: porque no utilizo el dinero que corresponde a Planes de Vivienda aprobado en el Presupuesto de la Ciudad, donde esta ese dinero que pertenece a todos los contribuyentes y que fin pensaba darle?



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domingo, 5 de diciembre de 2010

El asado

Fragmento de "El río sin orillas" de Juan José Saer

Es que la carne de vaca asada a las brasas, el "asado", es no únicamente el alimento de base de los argentinos, sino el núcleo de su mitología, e incluso de su mística. Un asado no es únicamente la carne que se come, sino también el lugar donde se la come, la ocasión, la ceremonia.
Además de ser un rito de evocación del pasado, es una promesa de reencuentro y de comunión.
Como reminiscencia del pasado patriarcal de la llanura, es un alimento cargado de connotaciones rurales y viriles, y en general son hombres los que lo preparan. Además de ciertas partes carnosas de la vaca, prácticamente todas las vísceras son aptas para la parrilla: intestinos, riñones, mollejas, corazón, ubres de la vaca y testículos del toro.
El asado se cocina a fuego lento y puede llevar horas, pero esa cocción demorada es menos una regla de oro gastronómica que un pretexto para prolongar los preliminares, es decir la conversación fogosa, las llegadas graduales de los invitados que, trayendo alguna botella de vino para colaborar, van cayendo a medida que sus ocupaciones se lo permiten, incorporándose a la charla animada, no sin pasar un momento por la parrilla para inspeccionar el fuego o cruzar un par de frases con el asador.
Es falta de respeto dar consejos o mostrar aprensión sobre la autoridad del que esta asando, aunque cada uno de los presentes tiene su propia teoría sobre cómo deben hacerse las cosas.
El asado reconcilia a los argentinos con sus orígenes y les da la ilusión de continuidad histórica y cultural. Todas las comunidades extranjeras lo han adoptado, y todas las ocaciones son buenas para prepararlo. Cuando vienen los amigos del extranjero, cuando alguien obtiene algún triunfo profesional, cuando hace buen tiempo. Cuando los albañiles estan haciendo una casa ponen el techo, atan una rama verde en el punto mas alto de la construccion y hacen un asado.
A pesar de su carácter rudimentario, casi salvaje, el asado es rito y promesa, y su esencia mística se pone en evidencia porque le da a los hombres que se reúnen para prepararlo y comerlo en conpañía, la ilusión de una coincidencia profunda con el lugar en el que viven. La crepitación de la leña, el olor de la carne que se asa en la templanza benévola de los patios, del campo, de las terrazas, no desencadenan por cierto ningún efluvio metafísico predestinado a esa tierra, pero si en cambio, repitiendo en un orden casi invariante una serie de sensaciones familiares, acuerdan esa impresión de permanencia y de continuidad sin la cual ninguna vida es posible.
Al anochecer, se encienden los primeros fuegos. Un olor a leña, y después de carne asada es lo que sobresale cuando empieza a oscurecer en el campo, en las orillas del río, en los pueblos y en las ciudades.
Repartido en muchos hogares, no siempre equitativos, el fuego único de Heráclito arde plácido o turbulento, iluminando y entibiando ese lugar, que, ni más ni menos prestigioso que cualquier otro, es, sin embargo, único también, a causa de unos azares llamados historia, geografía y civilización; el fuego arcaico y sin fin acompañado de voces humanas que resuenan a su alrededor y que van transformándose poco a poco en susurros hasta que por último, ya bien entrada la noche, inaudibles, se desvanecen.


Juan José Saer nació en Serodino (Provincia de Santa Fe) el 28 de junio de 1937. Fue profesor de la Universidad Nacional del Litoral, donde enseñó Historia del Cine y Crítica y Estética Cinematográfica. En 1991 publicó el ensayo El río sin orillas, con gran repercusión en la crítica, y en 1997, El concepto de ficción. Su producción poética está recogida en El arte de narrar (1977), paradójico título que expresa, quizás, el intento constante de Saer por –según sus propias palabras– "combinar poesía y narración". Ha sido traducido al francés, inglés, alemán, italiano y portugués.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Esa mujer - Rodolfo Walsh

Esa mujer


El coronel elogia mi puntualidad:
-Es puntual como los alemanes -dice.
-O como los ingleses.
El coronel tiene apellido alemán.
Es un hombre corpulento, canoso, de cara ancha, tostada.
-He leído sus cosas-propone-. Lo felicito.
Mientras sirve dos grandes vasos de whisky, me va informando, casualmente, que tiene veinte años de servicios de informaciones, que ha estudiado filosofía y letras, que es un curioso del arte. No subraya nada, simplemente deja establecido el terreno en que podemos operar, una zona vagamente común.
Desde el gran ventanal del décimo piso se ve la ciudad en el atardecer, las luces pálidas del río.
Desde aquí es fácil amar, siquiera momentáneameme, a Buenos Aires. Pero no es ninguna forma concebible de amor lo que nos ha reunido.
El coronel busca unos nombres, unos papeles que acaso yo tenga.
Yo busco una muerta, un lugar en el mapa. Aún no es una búsqueda, es apenas una fantasía: la clase de fantasía perversa que algunos sospechan que podría ocurrírseme.
Algún día (pienso en momentos de ira) iré a buscarla. Ella no significa nada para mí, y sin embargo iré tras el misterio de su muerte, detrás de sus restos que se pudren lentamente en algún remoto cementerio. Si la encuentro, frescas altas olas de cólera, miedo y frustrado amor se alzarán, poderosas vengativas olas, y por un momento ya no me sentiré solo, ya no me sentiré como una arrastrada, amarga, olvidada sombra.
El coronel sabe dónde está.
Se mueve con facilidad en el piso de muebles ampulosos, ornado de marfiles y de bronces, de platos de Meissen y Cantón. Sonrío ante el Jongkind falso, el Fígari dudoso. Pienso en la cara que pondría si le dijera quién fabrica los Jongkind, pero en cambio elogio su whisky.
Él bebe con vigor, con salud, con entusiasmo, con alegría, con superioridad, con desprecio. Su cara cambia y cambia, mientras sus manos gordas hacen girar el vaso lentamente.
-Esos papeles -dice.
Lo miro.
-Esa mujer, coronel.
Sonríe.
-Todo se encadena -filosofa.
A un potiche de porcelana de Viena le falta una esquirla en la base. Una lámpara de cristal está rajada. El coronel, con los ojos brumosos y sonriendo, habla de la bomba.
-La pusieron en el palier. Creen que yo tengo la culpa. Si supieran lo que he hecho por ellos, esos
roñosos.
-¿Mucho daño? -pregunto. Me importa un carajo.
-Bastante. Mi hija. La he puesto en manos de un psiquiatra. Tiene doce años -dice.
El coronel bebe, con ira, con tristeza, con miedo, con remordimiento.
Entra su mujer, con dos pocillos de café.
Contale vos, Negra.
Ella se va sin contestar; una mujer alta, orgullosa, con un rictus de neurosis. Su desdén queda flotando como una nubecita.
-La pobre quedó muy afectada -explica el coronel-. Pero a usted no le importa esto.
-¡Cómo no me va a importar!... Oí decir que al capitán N y al mayor X también les ocurrió alguna desgracia después de aquello.
El coronel se ríe.
-La fantasía popular -dice-. Vea cómo trabaja. Pero en el fondo no inventan nada. No hacen más que repetir.
Enciende un Marlboro, deja el paquete a mi alcance sobre la mesa.
-Cuénteme cualquier chiste -dice.
Pienso. No se me ocurre.
-Cuénteme cualquier chiste político, el que quiera, y yo le demostraré que estaba inventado hace veinte años, cincuenta años, un siglo. Que se usó tras la derrota de Sedán, o a propósito de Hindenburg, de Dollfuss, de Badoglio.
-¿Y esto?
-La tumba de Tutankamón -dice el coronel-. Lord Carnavon. Basura.
El coronel se seca la transpiración con la mano gorda y velluda.
-Pero el mayor X tuvo un accidente, mató a su mujer.
-¿Qué más? -dice, haciendo tintinear el hielo en el vaso.
-Le pegó un tiro una madrugada.
-La confundió con un ladrón -sonríe el coronel . Esas cosas ocurren.
-Pero el capitán N. . .
-Tuvo un choque de automóvil, que lo tiene cualquiera, y más él, que no ve un caballo ensillado cuando se pone en pedo.
-¿Y usted, coronel?
-Lo mío es distinto -dice-. Me la tienen jurada.
Se para, da una vuelta alrededor de la mesa.
-Creen que yo tengo la culpa. Esos roñosos no saben lo que yo hice por ellos. Pero algún día se
va a escribir la historia. A lo mejor la va a escribir usted.
-Me gustaría.
-Y yo voy a quedar limpio, yo voy a quedar bien. No es que me importe quedar bien con esos roñosos, pero sí ante la historia, ¿comprende?
-Ojalá dependa de mí, coronel.
-Anduvieron rondando. Una noche, uno se animó. Dejó la bomba en el palier y salió corriendo.
Mete la mano en una vitrina, saca una figurita de porcelana policromada, una pastora con un cesto de flores.
-Mire.
A la pastora le falta un bracito.
-Derby -dice. Doscientos años.
La pastora se pierde entre sus dedos repentinamente tiernos. El coronel tiene una mueca de fierro
en la cara nocturna, dolorida.
-¿Por qué creen que usted tiene la culpa?
-Porque yo la saqué de donde estaba, eso es cierto, y la llevé donde está ahora, eso también es cierto. Pero ellos no saben lo que querían hacer, esos roñosos no saben nada, y no saben que fui yo quien lo impidió.
El coronel bebe, con ardor, con orgullo, con fiereza, con elocuencia, con método.
-Porque yo he estudiado historia. Puedo ver las cosas con perspectiva histórica. Yo he leido a Hegel.
-¿Qué querían hacer?
-Fondearla en el río, tirarla de un avión, quemarla y arrojar los restos por el inodoro, diluirla en ácido. ¡Cuanta basura tiene que oír uno! Este país está cubierto de basura, uno no sabe de dónde sale tanta basura, pero estamos todos hasta el cogote.
-Todos, coronel. Porque en el fondo estamos de acuerdo, ¿no? Ha llegado la hora de destruir.
Habría que romper todo.
-Y orinarle encima.
-Pero sin remordimientos, coronel. Enarbolando alegremente la bomba y la picana. ¡Salud! -digo levantando el vaso.
No contesta. Estamos sentados junto al ventanal. Las luces del puerto brillan azul mercurio. De a ratos se oyen las bocinas de los automóviles, arrastrándose lejanas como las voces de un sueño.
El coronel es apenas la mancha gris de su cara sobre la mancha blanca de su camisa.
-Esa mujer -le oigo murmurar-. Estaba desnuda en el ataúd y parecía una virgen. La piel se le había vuelto transparente. Se veían las metástasis del cáncer, como esos dibujitos que uno hace en una ventanilla mojada.
El coronel bebe. Es duro.
-Desnuda -dice-. Eramos cuatro o cinco y no queríamos mirarnos. Estaba ese capitan de navío, y
el gallego que la embalsamó, y no me acuerdo quién más. Y cuando la sacamos del ataud -el
coronel se pasa la mano por la frente-, cuando la sacamos, ese gallego asqueroso...
Oscurece por grados, como en un teatro. La cara del coronel es casi invisible. Sólo el whisky
brilla en su vaso, como un fuego que se apaga despacio. Por la puerta abierta del departamento llegan remotos ruidos. La puerta del ascensor se ha cerrado en la planta baja, se ha abierto más cerca. El enorme edificio cuchichea, respira, gorgotea con sus cañerías, sus incineradores, sus cocinas, sus chicos, sus televisores, sus sirvientas. Y ahora el coronel se ha parado, empuña una metralleta que no le vi sacar de ninguna parte, y en puntas de pie camina hacia el palier, enciende la luz de golpe, mira el ascético, geométrico, irónico vacío del palier, del ascensor, de la escalera, donde no hay absolutamente nadie y regresa despacio, arrastrando la metralleta.
-Me pareció oír. Esos roñosos no me van a agarrar descuidado, como la vez pasada.
Se sienta, más cerca del ventanal ahora. La metralleta ha desaparecido y el coronel divaga nuevamente sobre aquella gran escena de su vida.
-...se le tiró encima, ese gallego asqueroso. Estaba enamorado del cadáver, la tocaba, le manoseaba los pezones. Le di una trompada, mire -el coronel se mira los nudillos-, que lo tiré contra la pared. Está todo podrido, no respetan ni a la muerte. ¿Le molesta la oscuridad?
-No.
-Mejor. Desde aquí puedo ver la calle. Y pensar. Pienso siempre. En la oscuridad se piensa mejor.
Vuelve a servirse un whisky.
-Pero esa mujer estaba desnuda -dice, argumenta contra un invisible contradictor-. Tuve que taparle el monte de Venus, le puse una mortaja y el cinturón franciscano.
Bruscamente se ríe.
-Tuve que pagar la mortaja de mi holsillo. Mil cuatrocientos pesos. Eso le demuestra, ¿eh? Eso le demuestra.
Repite varias veces "Eso le demuestra", como un juguete mecánico, sin decir qué es lo que eso
me demuestra.
-Tuve que buscar ayuda para cambiarla de ataúd. Llamé a unos obreros que había por ahí.
Figúrese como se quedaron. Para ellos era una diosa, qué sé yo las cosas que les meten en la cabeza, pobre gente.
-¿Pobre gente?
-Sí, pobre gente.-El coronel lucha contra una escurridiza cólera interior-. Yo también soy argentino.
-Yo también, coronel, yo también. Somos todos argentinos.
-Ah, bueno -dice.
-¿La vieron así?
-Sí, ya le dije que esa mujer estaba desnuda. Una diosa, y desnuda, y muerta. Con toda la muerte
al aire, ¿sabe? Con todo, con todo...
La voz del coronel se pierde en una perspectiva surrealista, esa frasecita cada vez más rémova
encuadrada en sus líneas de fuga, y el descenso de la voz manteniendo una divina proporción o qué. Yo también me sirvo un whisky.
-Para mí no es nada -dice el coronel-. Yo estoy acostumbrado a ver mujeres desnudas. Muchas en mi vida. Y hombres muertos. Muchos en Polonia, el 39. Yo era agregado militar, dése cuenta.
Quiero darme cuenta, sumo mujeres desnudas más hombres muertos, pero el resultado no me da, no me da, no me da... Con un solo movimiento muscular me pongo sobrio, como un perro que se sacude el agua.
-A mí no me podía sorprender. Pero ellos...
-¿Se impresionaron?
-Uno se desmayó. Lo desperté a bofetadas. Le dije: "Maricón, ¿esto es lo que hacés cuando tenés que enterrar a tu reina? Acordate de San Pedro, que se durmió cuando lo mataban a Cristo." Después me agradeció.
Miró la calle. "Coca" dice el letrero, plata sobre rojo. "Cola" dice el letrero, plata sobre rojo. La pupila inmensa crece, círculo rojo tras concéntrico círculo rojo, invadiendo la noche, la ciudad, el mundo. "Beba".
-Beba -dice el coronel.
Bebo.
-¿Me escucha?
-Lo escucho.
Le cortamos un dedo.
-¿Era necesario?
El coronel es de plata, ahora. Se mira la punta del índice, la demarca con la uña del pulgar y la alza.
-Tantito así. Para identificarla.
-¿No sabían quién era?
Se ríe. La mano se vuelve roja. "Beba".
-Sabíamos, sí. Las cosas tienen que ser legales. Era un acto histórico, ¿comprende?
-Comprendo.
-La impresión digital no agarra si el dedo está muerto. Hay que hidratarlo. Más tarde se lo pegamos.
-¿Y?
-Era ella. Esa mujer era ella.
-¿Muy cambiada?
-No, no, usted no me entiende. lgualita. Parecía que iba a hablar, que iba a... Lo del dedo es para que todo fuera legal. El profesor R. controló todo, hasta le sacó radiografías.
-¿El profesor R.?
-Sí. Eso no lo podía hacer cualquiera. Hacía falta alguien con autoridad científica, moral.
En algún lugar de la casa suena, remota, entrecortada, una campanilla. No veo entrar a la mujer del coronel, pero de pronto esta ahí, su voz amarga, inconquistable.
-¿Enciendo?
-No.
-Teléfono.
-Deciles que no estoy.
Desaparece.
-Es para putearme -explica el coronel-. Me llaman a cualquier hora. A las tres de la madrugada, a las cinco.
-Ganas de joder -digo alegremente.
-Cambié tres veces eI número del teléfono. Pero siempre lo averiguan.
-¿Qué le dicen?
-Que a mi hija le agarre la polio. Que me van a cortar los huevos. Basura.
Oigo el hielo en el vaso, como un cencerro lejano.
-Hice una ceremonia, los arengué. Yo respeto las ideas, les dije. Esa mujer hizo mucho por ustedes. Yo la voy a enterrar como cristiana. Pero tienen que ayudarme.
El coronel está de pie y bebe con coraje, con exasperación, con grandes y altas ideas que refluyen sobre él como grandes y altas olas contra un peñasco y lo dejan intocado y seco, recortado y negro, rojo y plata.
-La sacamos en un furgón, la tuve en Viamonte, después en 25 de Mayo, siempre cuidándola, protegiéndola, escondiéndola. Me la querían quitar, hacer algo con ella. La tapé con una lona, estaba en mi despacho, sobre un armario, muy alto. Cuando me preguntaban qué era, les decía que era el transmisor de Córdoba, la Voz de la Libertad.
Ya no sé dónde está el coronel. El reflejo plateado lo busca, la pupila roja. Tal vez ha salido. Tal vez ambula entre los muebles. El edificio huele vagamente a sopa en la cocina, colonia en el baño, pañales en la cunal, remedios, cigarrillos, vida, muerte.
-Llueve -dice su voz extraña.
Miro el cielo: el perro Sirio, el cazador Orión.
-Llueve día por medio -dice el coronel-. Día por medio llueve en un jardín donde todo se pudre, las rosas, el pino, el cinturón franciscano.
Dónde, pienso, dónde.
-¡Está parada! -grita el coronel-. ¡La enterré parada, como Facundo, porque era un macho!
Entonces lo veo, en la otra punta de la mesa. Y por un momento, cuando el resplandor cárdeno lo baña, creo que llora, que gruesas lágrimas le resbalan por la cara.
-No me haga caso -dice, se sienta-. Estoy borracho.
Y largamente llueve en su memoria.
Me paro, le toco el hombro.
-¿Eh? -dice- ¿Eh? -dice.
Y me mira con desconfianza, como un ebrio que se despierta en un tren desconocido.
-¿La sacaron del país?
-Sí.
-¿La sacó usted?
-Sí.
-¿Cuántas personas saben?
-DOS.
-¿El Viejo sabe?
Se ríe.
-Cree que sabe.
-¿Dónde?
No contesta.
-Hay que escribirlo, publicarlo.
-Sí. Algún día.
Parece cansado, remoto.
-¡Ahora! -me exaspero-. ¿No le preocupa la historia? ¡Yo escribo la historia, y usted queda bien,
bien para siempre, coronel!
La lengua se le pega al paladar, a los dientes.
-Cuando llegue el momento... usted será el primero...
-No, ya mismo. Piense. Paris Match. Life. Cinco mil dólares. Diez mil. Lo que quiera.
Se ríe.
-¿Dónde, coronel, dónde?
Se para despacio, no me conoce. Tal vez va a preguntarme quién soy, qué hago ahí.
Y mientras salgo derrotado, pensando que tendré que volver, o que no volveré nunca. Mientras mi dedo índice inicia ya ese infatigable itinerario por los mapas, uniendo isoyetas, probabilidades, complicidades. Mientras sé que ya no me interesa, y que justamente no moveré un dedo, ni siquiera en un mapa, la voz del coronel me alcanza como una revelación.
-Es mía -dice simplemente-. Esa mujer es mía.


"Esa mujer" fue publicado en "Los oficios terrestres", Ediciones De la Flor, 1986. © Herederos de Rodolfo Walsh. La imagen es "Eva Peron" pintada por Ricardo Carpani

domingo, 14 de noviembre de 2010

OBITUARIO CON HURRAS

de Mario Benedetti

Poema escrito por Mario Benedetti en 1963 dedicado desde entonces y hasta la fecha, a muchos muertos canallas...

"Los canallas viven mucho, pero a veces se mueren", dice Benedetti.

Dedicado al genocida Emilio Massera...



OBITUARIO CON HURRAS

"Los canallas viven mucho, pero a veces se mueren".

Vamos a festejarlo

Vengan todos

Los inocentes

los damnificados

los que gritan de noche

los que sueñan de día

los que sufren el cuerpo

los que alojan fantasmas

los que pisan descalzos

los que blasfeman y arden

los pobres congelados

los que quieren a alguien

los que nunca se olvidan



Vamos a festejarlo

Vengan todos

el canalla se ha muerto

se acabó el alma negra

El ladrón

El cochino

se acabó para siempre

hurra que vengan todos

Vamos a festejarlo

a no decir

La muerte

Siempre lo borra todo

Todo lo purifica

Cualquier día

La muerte no borra nada

Quedan Siempre las cicatrices

Hurra

murió el cretino

Vamos a festejarlo

a no llorar de vicio

que lloren sus iguales

y se traguen sus lágrimas

se acabó el monstruo prócer

se acabó para siempre

Vamos a festejarlo

a no ponernos tibios

a no creer que éste es un muerto cualquiera



Vamos a festejarlo

a no volvernos flojos

a no olvidar que éste

es un muerto de mierda

viernes, 29 de octubre de 2010

Se nos fue uno mas.




Un Nacional y Popular.

No tan Nacional como me hubiera gustado, pero tan Popular como lo dejaron.
Asumio con el porcentaje de votos mas bajo de la historia, apenas un 22% y se fue dejando mas de un 45%.
Subio con un pais sumido en la peor misera y se fue con un pais en pleno crecimiento.
Subio cuando la gente gritaba hasta quedarse afonica "que se vayan todos!" y lo primero que hizo cuando asumio fue ir a abrazarse a la Plaza con todos.
Subio cuando eramos el furgon de cola del Norte Imperialista y se fue dejandonos a la cabeza de America Latina.
Cancelo la deuda con el FMI y nunca mas vinieron de afuera a decirnos como y en que debiamos gastar nuestro dinero.
Sufrio el "anti" como deporte, pero no le falto coraje para limpiar de lacras la Corte Suprema, enjuiciar a los Genocidas y darle a las Madres y Abuelas el lugar que se merecen.

Pero no olvido que tambien sostuvo a Moyano, que las cuentas bancarias no resultan claras y que las condiciones laborales podrian haber mejorado mucho.
En fin, un hombre que desoyo los consejos medicos porque su amor por la militancia y su necesidad de transformar la Argentina no le daban tiempo.

Chau, Nestor y gracias!.
Te vamos a extrañar.

viernes, 8 de octubre de 2010

En Brasil también se dieron cuenta: ¡Clarín miente!


Expurgar: Quitar lo considerado como no conveniente de algún escrito.
Fuente: Diccionario Clarín. AGEA S.A. 2003.


Sucede así. La corresponsal de Clarín en San Pablo, Eleonora Gosman, publicó ayer en la página digital del multimedio una nota referida a las opiniones del presidente de Brasil Lula da Silva sobre el papel de los medios en la construcción de la opinión pública, entre otras cosas. Según entendemos, Gosman “expurgó” aquello que no convenía a la línea editorial de la empresa para la cual trabaja.

Leemos (y traducimos con imperfecciones) esta nota del portal Carta Maior, de Brasil. Bajo el título "Clarín repercute entrevista de Lula à Carta Maior", el sitio brasileño señala:

dijo:

"El diario argentino Clarín 'rebota' este sábado la entrevista que el presidente Luiz Inácio Lula da Silva concedió a Carta Maior. El artículo firmado por Eleonora Gosman, corresponsal de ese diario en San Paulo, aparece destacado en la página web del diario argentino enfatizando las declaraciones de Lula sobre los medios de comunicación. En la guerra contra el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, Clarín trató de seleccionar algunas de las declaraciones del presidente de Brasil, sobre el tema:

Lula dice que gracias a la libertad de prensa "llegué donde llegué"- destaca el título de la nota. El texto también refiere que participaron en la entrevista "dos medios latinoamericanos", sin mencionar que uno de ellos es su competidor Página/12 (el otro fue el periódico mexicano La Jornada).

En la selección de las declaraciones de Lula, Clarín dejó de lado las reflexiones del presidente brasileño sobre los problemas de los medios latinoamericanos (la similitud del tipo de cobertura realizada por los grandes medios de comunicación de la región) y también en los Estados Unidos, donde el presidente Barack Obama ha caracterizado a la cadena Fox como un partido de la oposición y no como un vehículo de comunicación".


Luego de esta denuncia acerca de la sesgada "selección" operada por Gosman, Carta Maior, bajo el subtítulo "Crímenes durante la dictadura", ofrece un relato del conflicto que el Gobierno argentino mantiene con la prensa hegemónica. Se refiere allí a la difusión del informe sobre Papel Prensa, presentado por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, dando cuenta de la complicidad de Clarín, La Nación y La Razón con la dictadura militar. Y, también, de la polémica que involucra a la propietaria del Grupo Clarín, Ernestina Herrera de Noble, por la supuesta apropiación de hijos de desparecidos.

En la versión de Clarín, Gosman señala: "El presidente agregó que no tiene mucho de qué quejarse sobre los medios de su país". En realidad, Lula dice:

dijo:

"Mirá, el día en que la prensa brasileña resuelva divulgar la revolución que ocurrió en Brasil, el pueblo se va a dar cuenta de por qué el gobierno aparece con un 80% de aprobación en las encuestas. No es Lula, es el gobierno que aparece con una aprobación del 80% en el octavo año de mandato. ¿Cuál es el fenómeno? Porque no depende de la prensa. Si dependiera de la prensa, yo tendría 10, menos 10 de aprobación. Yo estaría debiendo puntos. Es decir, ¿cuál es el fenómeno? El fenómeno es que las cosas están llegando a las manos del pueblo. El pueblo está recibiendo los beneficios, el pueblo está viendo que las cosas suceden. Y quien no habló no fue parte de la historia de ese período. Creo que fue el gran cambio que veo desde 2003 hasta 2010.

Carmen Lira / La Jornada: Usted acaba de mencionar algo muy interesante para los mexicanos. Hicimos cosas que la prensa algún día dará a conocer. ¿No fue divulgado por el gobierno?

Presidente Lula: Mirá, aquí en Brasil, hay un debate muy interesante. Me he dado cuenta de que la Argentina tiene el mismo debate, y que los países de América Latina tienen el mismo debate. Y me he dado cuenta que incluso Obama, cuando asumió el cargo, dijo que Fox no actuó como un medio de comunicación sino como un partido político. Bueno, hablo con muchos dirigentes de todo el mundo. Todo el mundo se queja. No me quejo mucho de la prensa porque yo creo que llegué a donde llegué por causa de la prensa. Ella contribuyó mucho para que yo llegase a donde llegué. Por lo tanto, soy un defensor declarado de la libertad de expresión y la democracia. Ahora, algunas personas confunden la democracia, la libertad de comunicación con actitudes extemporáneas. Y no sé si es una cuestión mundial, o que no hay buenas noticias o que tal vez lo que venda diarios sea sólo el escándalo".


Y después dice Gosman: "Cuestionado sobre su relación con los grandes grupos mediáticos de su país, el presidente recordó que nunca almorzó o cenó con los dueños de diarios, revistas o emisoras. 'Mantuve con ellos una relación democrática, respetuosa, que partió de entender el papel de ellos al mismo tiempo que yo quería que ellos entendieran el mío'".

Qué dijo Lula:



dijo:

"Mirá, yo voy a terminar mi mandato sin haber tenido jamás un almuerzo con el titular de ningún periódico, ningún propietario de la televisión, ningún propietario de una revista durante mi mandato. Mantuve con ellos una relación democrática, respetuosa, entendiendo el papel de ellos y queriendo que ellos entendiesen mi papel. Creo que muchas veces el pueblo sabe las cosas buenas que suceden en este país porque nosotros divulgamos a través de la publicidad oficial, porque Internet divulga, los blogs divulgan, el blog del Planalto divulga... Pero a veces, si dependiera de determinados medios de comunicación, simplemente no hablan sobre el asunto. Algunos incluso dicen 'mirá, no tenemos ningún interés en hacer la cobertura oficial de la inauguración de cosas'. Usted sabe, no tiene ningún interés. Puede ser cierto... El hecho concreto es que creo que si el pueblo fuese mejor informado, el pueblo sabría más cosas y las personas podrían hacer un mejor juicio de valor acerca de las cosas. Así que para mí, el arte de la democracia es esta, que las personas tengan seguridad en la calidad de la información, en la fluidez de la información y la neutralidad de la información. Aquellos que siguen la política brasileña en ese momento se darán cuenta de que sería mucho más fácil si algunos medios de comunicación asumiesen, categóricamente, su compromiso partidista. Y entonces sabríamos quién es quién, pero no es así como funciona en Brasil. Al parecer, todos los medios son independientes, pero basta sólo ver los titulares para comprender que la independencia termina donde comienza el comercio".
En fin, una obviedad, a esta altura: si querés informarte, no leas Clarín.


FUENTES:

http://dametupalabra.blogspot.com/2010/10/en-brasil-tambien-se-dieron-cuenta.html

http://www.clarin.com/mundo/america_latina/Lula-gracias-libertad-prensa-llegue_0_346165550.html

http://www.cartamaior.com.br/templates/materiaMostrar.cfm?materia_id=17019

http://www.cartamaior.com.br/templates/materiaMostrar.cfm?materia_id=17007

http://www.taringa.net/posts/info/7292995/En-Brasil-tambien-se-dieron-cuenta_-Clarin-miente.html

jueves, 12 de agosto de 2010

Jorge Luis Borges - El amenazado

Es el amor. Tendré que cultarme o que huir.

Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz.


La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única.


¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras, la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad, las galerías de la biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño? Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.


Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz.


Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.


Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles. Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar. Ya los ejércitos me cercan, las hordas.


(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)


El nombre de una mujer me delata.


Me duele una mujer en todo el cuerpo.


Jorge Francisco Isidoro Luis Borges (Buenos Aires, 24 de agosto de 1899 – Ginebra, 14 de junio de 1986) fue un escritor argentino, uno de los autores más destacados de la literatura del siglo XX en este país. Publicó ensayos breves, cuentos y poemas. Su obra, fundamental en la literatura y en el pensamiento humano, ha sido objeto de minuciosos análisis y de múltiples interpretaciones, trasciende cualquier clasificación y excluye cualquier tipo de dogmatismo.
Ciego a los 55 años, personaje polémico, con posturas políticas que le impidieron ganar el Premio Nobel de Literatura al que fue candidato durante casi treinta años, Borges siempre soñó con que la posteridad le perdonara sus errores y le concediera la gloria de que se lo recordase por sus mejores textos.

martes, 25 de mayo de 2010

Soñe un sueño, nacional.... popular......


Soñe que me despertaba, pero no me despertaba hoy. O tal vez si era hoy, lo cierto es que el celular me decia que era 25 de Mayo, pero de 1810.

Un poco intranquilo por el murmullo anhelante que llegaba desde las calles me acerque a leer la tapa del Clarin: "El Gobierno nos aisla del mundo" era el titular mientras que la bajada explicaba que las grandes naciones miraban con espanto este movimiento encabezado por discolos como Moreno y Belgrano.

El ruido de la gente en las veredas, sonaba como un tambor, habia alegria, habia ruido, el pueblo salia a las calles. Decidi prender la tele y enseguida las imagenes de TN mostraban a French y Berutti empujando y sacando de Plaza de Mayo a los partidarios del rey Fernando VII. "Otro ataque a la libertad de expresion" era el titulo del videograph.

En ese momento ya no sabia si estar alegre o triste. Despues del corte, comienza A dos voces y entrevistaban a Lilita Carrio: "Tengo miedo de salir a la calle" decia Bonelli, "Castelli es el jefe de una asociacion ilicita que usurpo el poder" respondia Lilita y cerraba con una cara de espanto "En menos de un año, el Apocalipsis llegara para destruir este pais!"

Martinez de Hoz se preocupaba por esconder el dinero que habia obtenido durante su periodo como Jefe de Aduana del gobierno invasor ingles.

La Nacion, en cambio explicaba que los ideales del dictador venezolano, Simon Bolivar, no podian de ninguna manera servir de ejemplo y que la Patria Grande era el fruto de su deseo de perpetuarse en el gobierno.

Mirtha Legrand, aterrorizada, desde su espacio de radio, anunciaba, "Se viene el zurdaje", "de ninguna manera podemos pensar que los ideales de Libertad, Igualdad y Fraternidad nos lleven a ningun lado", "espero que no piensen en abolir la esclavitud que hizo grande a la sociedad argentina".

Afortunadamente, me desperte del sueño y estaba nuevamente en el 25 de Mayo, pero habiamos avanzado 200 años.
Y cuando digo avanzamos, lo digo en el sentido mas amplio de la palabra. Falta mucho por caminar, pero festejamos el Bicentenario sin estado de sitio, sin presos politicos, con el Congreso y la Justicia funcionando a pleno, los pueblos originarios festejando en la Plaza de Mayo, con la libertad de expresion en uno de sus mayores niveles. Con menos hambre y mas trabajo. Poniendo en manos estatales todo lo que debe ser estatal.

Como nos veran dentro de 100 años?
Espero soñarlo esta noche.
Mientras tanto, festejemos el cumpleaños de la Patria.

VIVA ARGENTINA, CARAJO!

miércoles, 19 de mayo de 2010

Cementerio de niños

Un buscador recorría el mundo tratando de encontrar la verdad suprema. Andando por las afue­ras de un pueblo descubrió un ce­menterio, el lugar era hermoso y comenzó a recorrerlo.

Observó que las lápidas decían el nombre y números que indicaban el tiempo de vida: 4 años, 3 meses y 7 días con 12 horas; en otra se leía 8 años, 1 mes y 20 días ó 3 años y 6 meses ó 2 años, 1 mes y 14 horas con 18 minutos.

Al principio le sorprendió la mi­nuciosidad con la que marcaban el tiempo, pero luego dedujo que el lugar era un cementerio de niños, este descubrimiento lo dejó pro­fundamente conmocionado y se preguntó:
-¿Qué habrán hecho? ¿Qué habrá pasado en este pueblo para tener que construir un cementerio de ni­ños? ¿Cuál es la desgracia que aquí ocurrió?

Estaba realmente impactado, al ver­lo en ese estado una persona del lu­gar se acercó a preguntarle qué le pasaba. El buscador le contestó: -Esto es terrible, dígame qué ha pa­sado en este lugar que han tenido que enterrar tantos niños.

-Pero no... no ocurrió nada de eso, -contestó el hombre y le explicó: Cuando nacemos en este pueblo es tradición recibir una libretita como la que tengo colgada de mi cuello.
Cada vez que experimen­tamos una sensación que nos co­necta con la vida, una vivencia sentida con conciencia, un verda­dero tiempo de vida, lo anotamos en la libreta.
Cuando partimos de esta tierra nos sacan la libreta y se suman todos los momentos realmente vividos y esto es lo que ponen en la lápida. Entendemos que ése es el único tiempo en que realmente hemos estado vivos.

lunes, 5 de abril de 2010

Cuadrilla

Juan amaba a Teresa
que amaba a Raimundo
que amaba a María que amaba a Joaquín
que amaba a Lilí
que no amaba a nadie.

Juan fue a Estados Unidos,
Teresa al convento,
Raimundo murió en accidente,
María quedó para tía,
Joaquín se suicidó
y Lilí se casó con J. Pinto Fernández
que no había entrado en la historia.

Carlos Drummond de Andrade,
poeta, periodista y político brasileño, nació en 31 de octubre en la ciudad de Itabira, Minas Gerais (Brasil) en 1902.
A los 23 años edita junto a otros escritores La Revista, cuyo objeto era dar difusión a las expresiones del "modernismo brasileño", movimiento que tiene su inicio durante la Semana de Arte Moderna realizada en São Paulo durante 1922.

miércoles, 31 de marzo de 2010

Carrio y los patitos en fila

Buscando los patitos perdidos


Alla por el 2004, en Clarin expresaba: "Vamos a un parto doloroso" volvió a decir como lo hacía cuatro años atrás. Cuando los periodistas le apuntaron que su descripción era "apocalíptica" ella les retrucó: "¡No, es maravilloso!". Y apeló a la Biblia para explicar que los apocalipsis son "relatos liberadores"

En el año 2005 decia que "en la Argentina sólo resta esperar que se desaten las fuerzas liberadoras del Apocalipsis."

Se tomo un pequeño descanso, hasta el 2008, cuando la líder de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, reapareció en la escena pública y fiel a su estilo, profetizó en Critica Digital: el Apocalipsis K, puede llegar en Diciembre.

Para el mes de Octubre de 2009, pone nombre y apellido, en Pagina 12: Néstor Kirchner de tratar de "armar una especie de revolución delirante en las calles entre la oligarquía y el pueblo". Carrió repitió que "hay grupos de piqueteros que están armados", que el Gobierno "alimenta la paraestatalidad"


No sera hora de asumir sus limitaciones como dirigente politica y pensar en sumar para la construccion de un pais mejor en lugar de regodearse permanentemente con un estado de catastrofe?

sábado, 20 de febrero de 2010

Va a estar bueno Buenos Aires


Alguien seria tan amable de avisarme para cuando se cumplira esto?

Los porteños queremos menos pistolas Taser y mas soluciones para las inundaciones.

Ayer ademas de las millonarias perdidas hubo un muerto, que mas va a esperar Macri?

miércoles, 27 de enero de 2010

GRAL ROBUSTIANO DEL CASTILLO: UN SOLDADO DE LA DEMOCRACIA

Un cuento de Roberto Fontanarrosa

Es el 12 de julio de 1811. Dos días después de El Grito de Calingasta, lanzado por los latifundistas cuyanos contra el poder español, el general Robustiano Del Castillo comprende que ha comenzado a abrazar, decididamente, la causa de la democracia.

El grito libertario surgido desde Trapiche del Mosto tiene la virtud de conmoverlo.

No es el pétreo general nacido en Carcarañá un hombre en particular sensible ni afecto a las demostraciones emocionales.

Sin embargo, la noticia de la revuelta, traída a galope tendido por un chasque, lo impacta notoriamente.

Su tropa, e1 5° de Cachapeceros Correntinos, esta extendida cuan larga es, acampando, a orillas del río Yaguané de los Palos.

Del Castillo solicita su caballo al sargento primero Eudoro Acuña. Y no lo hace por medio de un formulario por triplicado, como lo dicta la burocracia militar de la época. Tonante, el soldado de la Patria exige el ensillamiento perentorio, amparándose en la relevancia de su cargo.

Luego, cabalga hasta las orillas del importante curso de agua y, a la sombra de un gomero, reflexiona.

Por ultimo, escribe su famosa Carta a mi tío Eleuterio (actualmente exhibida en el Museo de Arte Moderno de Zapala, Neuquén) que, entre otras cosas, dice así: -Mi Querida Eleuterio, tío mío. Hoy veo todo a la luz de otra claridad. La noticia llegada desde el Norte me ha brindado la lucidez que no me dieran el resplandor del fuego del cañon ni el relumbrón del fanal a kerosén. Ardo por poner en practica mi nueva filosofía. Si no doy ahora un paso adelante es porque me sujeta mi disciplina militar y porque estoy al borde de las barrancas.

Un año después, los acontecimientos se precipitan. Robustiano Del Castillo exhibe ya sobre su uniforme azul las insignias de General, acordadas por el mismo Triunvirato porteño en reunión extemporánea.

Se las ha ganado en las escaramuzas de Calderillas, Higo Truncado y Cañadón del Sordo.

Pero Del Castillo anhela, aguarda, sueña, con una batalla en toda la línea contra el opresor godo.

La oportunidad lo espera, antojadiza, a orillas de otro río, el caudaloso Pilcomayo de las Chacras, afluente natural del Boquerón, tributario del Chachahuen Negro, con un caudal pletórico de surubí, mandubay, y viejadelagua.

El sitio predestinado para el combate es la planicie de Pampa de los Chanchos, cerca de Aymaya, flanqueada por las colinas y cuchillas de lo que se ha dado en llamar por los lugareños Baldíos Grandes.


Del otro lado del río y entre los árboles, asomando sus fortificaciones cual la cabeza desmelenada de un gigante, encaramado en lo más alto de esas elevaciones, se avista el Fuerte Carapachay, dominando el curso fluvial y el vital paso de los lanchones frutales que, cargados de paltas, quinotos y chirimoyas, abastecen a los mercados de Goya y Florianópolis.

Dos años hace que los habitantes de esos poblados no reciben melón, guayaba, sandia, tomate perita ni chaucha balina.

Estallan las quejas populares contra el Marques de Botafogo; alguacil mayor de Santa Catarina.

El ejercito patriota de Robustiano Del Castillo vela sus armas en la orilla opuesta del rio, aguardando la orden de atacar la desafiante fortificación.

El 8 de noviembre de 1812 llega, por fin, la orden esperada.

Termina, al parecer, una vigilia de cuatro largos meses soportando los fríos del invierno paraguayo, el flagelo constante de la fiebre amarilla, el pie de atleta, el escorbuto y la pediculosis, males que sin embargo no han hecho flaquear el espíritu de la tropa.

Son los mismos hombres triunfadores en las batallas de Sierras del Changui y Nonogasta, en las cinchadas contra la marinería del Comandante Espora y en los juegos florales de la parroquia de Nuestra Santa Señora Albinoni de Tranco Largo.

En el atardecer de ese día 8, el general Del Castillo ordena que suene el clarín llamando a formar. Siete mil hombres lo rodean al instante.

Se palpa en el aire la excitación previa a los grandes eventos militares.

Del Castillo, con la ayuda de dos de sus oficiales, se trepa a lo alto de un horno de pan.

Hay que recordar que su pie izquierdo ya no es el mismo, tras haber sido pisado por su fiel percherón Aconcagua en el combate de Tabla Rasa.

Cuatro veces resbala y cae de la cúpula del horno de pan, húmeda por la sempiterna llovizna de la zona, pero cuatro veces se reincorpora y vuelve a subirse, para hablar a su tropa.

-¡Soldados! -declama, con toda la voz que tiene-. ¡He recibido desde Buenos Aires la orden que todos estábamos esperando! -la tropa, en pleno, estalla en vítores, imaginando el carácter de la noticia-.

-¡Se nos ordena atacar y destruir Fuerte Carapachay, ese reducto godo que desde hace ya cuatro meses nos humilla y ofende con su sola presencia! -nuevos vítores estentóreos-.

-¡Yo considero que la orden es lógica y criteriosa, dado que es esa fortificación la que esta deteniendo el avance de nuestras tropas hacia el Alto Perú. Pero ustedes sabrán que desde el 10 de julio de 1811, más precisamente desde el Grito de Calingasta, se respiran aires de democracia! ¡Por lo tanto yo, como mis superiores, podemos estar equivocados! ¡La Democracia es participación, debate, disenso, entonces, antes de tomar ninguna determinación, quiero consultar la opinión de todos ustedes para llegar, mancomunadamente, a una resolución consensuada, general y que, aunque no alcance las características de unánime, refleje al menos un acuerdo mínimo y mayoritario!

Se hace un silencio.

El tiempo parece detenerse a orillas del caudaloso Pilcomayo de las Chacras.

Ni el grito quejumbroso del carau corta el aire perfumado del atardecer.

Los soldados comprenden que se hallan ante otro general Del Castillo, desprovisto ahora de su áspera corteza, pero tan firme y arrojado como siempre.

- ¡Pido la palabra! - truena un soldado, adelantándose con la mano en alto. Del Castillo se la concede-. -Yo opino, General, que no tenemos tiempo para afrontar la empresa -dice el soldado, linda estampa de criollo, acento entrerriano al hablar-.

-Atacar ese fuerte ha de llevarnos, siendo optimistas, más de ocho días, incluyendo operaciones de limpieza y rejunte de prisioneros, amen de recomponer los escombros y amontonar los caídos ...

Del Castillo lo mira, algo confuso, aguardando el final de la perorata.

-¿Y eso que importa, soldado? -pregunta, al fin.

-Que yo y mi hermano Raulo pasado mañana tenemos que irnos para Tucumán, a trabajar en la zafra - dice el muchacho.

Del Castillo se pasa la mano por la mandíbula, pensativo.

-Nos habían dicho que esta campaña terminaría el mes pasado -agrega el soldado-. Por eso nos enganchamos.

-Anote, Ibarra -ordena Del Castillo a su edecán de campo, que toma apuntes en un cuaderno de una raya.

-¡Aca, General, aca! -se escucha otra voz ronca.

Del Castillo dirige su mirada hacia el sector donde se ha elevado la petición.

Hay una multitud de manos que se levantan.

El General señala una de ellas, a la que le faltan tres dedos, señal del coraje en el campo de batalla.

- Yo creo que hay que esperar hasta que venga el verano -vocifera un hombretón casi gordo, que luce el uniforme de los Zapadores de Villa Eloisa.

Hay un murmullo de disgusto y voces de desaprobación-.

-¡Hasta que venga el verano! -repite el hombre, sin amilanarse-. En esta zona -prosigue- para enero, febrero, llega la sequía y este río que ahora vemos tumultuoso, se convierte en un hilo de agua que se puede cruzar de un saltito. Eso nos ahorraría la Masacre que sin duda puede deparar cruzarlo ahora, en botes y bajo el fuego enemigo.

-En ese fuerte -el hombretón señala la orilla de enfrente- hay casi 47 cañones del 8 y un regimiento de fusileros de Badalona, Los carniceros del Guadalquivir, que pueden batir todo el ancho del río desde las almenas del fuerte mientras nosotros estamos inmovilizados en los botes.

Del Castillo asiente con la cabeza, impresionado. -Buena aseveración -aprueba-. Buena aseveración. Anote, Ibarra.

-¡Además ... -salta otro soldado, de pequeños anteojos sin marco y aspecto endeble- ...Yo siempre he dicho que hay que atacar por atrás! ¡Hay que ir hasta la desembocadura del río, sobre el Atlántico, subir después por Porto Alegre, Florianópolis, Camboriu, agarrar para Encruzilhada, bajar por Puerto Estigarribia, y caerles por la espalda! ¡No repitamos el error de ir de frente como en la batalla de Salsacate, donde nos encerraron entre dos columnas de caballería y nos dieron una paliza tremenda!

Se hace un silencio incomodo. Siete mil hombres cavilan.

Es la primera referencia directa hacia un error de estrategia de un superior.

-¡Ahora cualquiera cree que puede ser General! -grita una voz, respaldando a Del Castillo.

El General, aunque tocado, solicita calma con ambas manos.

- ¡Todos tienen derecho a opinar, todos tienen derecho! -reafirma.

- ¡Antes de discutir estas cosas -se eleva una voz, enérgica- hay muchos otros asuntos que tenemos que discutir!

-¿Que asuntos? -dice Del Castillo.

-Lo del uniforme, por ejemplo -un murmullo sordo fluctúa entre la aprobación y el desconcierto-.

-¿Hasta cuando vamos a usar estos uniformes de invierno? -sigue el soldado, casi un adolescente, tomando con la mano izquierda la gruesa tela de su puño derecho elevado-. Nos prometieron cambiarnos los uniformes en septiembre y ya estamos casi en noviembre. Aparte, habíamos quedado en que la franja del pantalón iba a ser roja y resulta que las mandaron amarillas ...

-Parecemos brasileños -secunda otro, anónimo.

- ... Y los talles están casi todos equivocados. A uno de mis compañeros le tocó uno que era rezago de la guerra contra los indios y tiene mas de quince agujeros de lanza ...

-Soldado, soldado -solicita Del Castillo-. Creo que tenemos temas mas urgentes ... -voces de aprobación circulan entre la tropa. Son, después de todo, adustos guerreros de la independencia.

- No es tan así... - niega en el aire el dedo índice del joven - . No es tan así...

- ¡Acá hay otra cosa! - arremete alguien, con voz tonante, desde mas atrás-.

-Si usted me permite, mi General... - Del Castillo concede la venia.

- Acá tenemos que precisar, de una vez por todas, cual es la función que estamos desempeñando ante la sociedad, cuál es nuestra finalidad de cara al mandato que nos entrega la Historia, el devenir de los acontecimientos o, si queremos enfocarlo desde un punto de vista mas filosófico o teológico, ese ser intangible y todopoderoso al que, si quieren, llamaremos Dios ...

-Muchachos, muchachos -opta por cortar Del Castillo-. Entiendo el deseo de opinar, de ser escuchados, yo mismo he alentado en ustedes esta inquietud, pero deben comprender que no tenemos mucho tiempo para arremeter contra el enemigo aleve o enviar una respuesta a Buenos Aires ...

-¡La banda, la banda! -grita alguien, maleducadamente, desde los confines de la soldadesca.

-¿Que banda? -parece, esta vez sí, molestarse el General.

- ¡La banda de musica del regimiento, General! ¡No puede ser que toque las cosas que toca! ¡Vidalas, vidalitas, shotís, merengues, bambucos ... !

Lo dicho dispara el caos.

Hay infinidad de opiniones encontradas, insultos duros, algún puntapié, salivazos.

Del Castillo ordena al clarín tocar a silencio.

-¡Soldados, mis hombres, mis valientes! -se enerva Del Castillo-. Esta no es manera de discutir civilizadamente. De cualquier forma, hemos recogido impresiones, hemos enriquecido nuestro conocimiento, pero no podemos eternizarnos en la discusión. Si no nos ponemos de acuerdo habrá que votar, como lo dictan las normas democráticas ...

Todos aprueban con la cabeza.

Los mas elocuentes son los esbeltos lanceros del coronel Bernardino Abdala, cuyos morriones se elevan casi medio metro sobre la estatura de cada uno.

-¡Una ultima cosita, mi General! -una voz femenina, aguda, estremece al ejercito.

Casi entre los últimos pelotones se divisa una mano pequeña y blanquecina.

Es Jacinta Palomeque, una de las tantas soldaderas que acompañan a sus hombres en las campañas militares.

Se oyen, entonces, silbidos agresivos, burlonas voces masculinas, aullidos de enojo y risas.

- ¡Lo único que falta, que ahora opinen las mujeres!

- ¡Dejemos opinar a los caballos, también!

- ¡A la cocina con esa hembra!

-¡Silencio! -el rugido del general Del Castillo paraliza la tarde.

De pie, erecto sobre el horno de pan, es un gigante frente a la soldadesca desbocada, un león ofendido por la desobediencia de esos groseros desconsiderados-.

-¡Será una mujer, pero ella también, como ser viviente, con entrañas y sentimientos, tiene el derecho a opinar como lo han hecho los demás! ¡Hable, señora!

- ¡Las tropas cruzaran el río, quizás, mañana por la mañana -empieza la mujer, que muestra en la cara el trajín de miles de kilómetros absorbiendo el polvo desprendido por los cascos de las cabalgaduras- cuando el sol comienza a calentar y el agua no esta tan fría! Digamos que para la siesta ya estarán atacando el Fuerte ...

Yo me pregunto ... ¿A qué hora se supone que vuelven?

Se desata una gritería de protesta. Hay sables en el aire, atrapando los últimos rayos solares.

- ¡Es que tenemos que saber a que hora vuelven, por la comida! -se desganita la mujer.

Del Castillo, temeroso de perder el control de la situación, indica al clarín que vuelva a llamar a silencio.

-Le informaremos con anticipación, señora -promete-. Le informaremos. Anote, Ibarra .

-¡Siempre nos dicen lo mismo y …! -persiste la soldadera.

-¡Una ultima propuesta, General! -una voz educada, acompaña a una mano huesuda que se agita en el aire. Pero hay rechiflas de disgusto, voces contrarias al pedido. –

-Hable, soldado ... -concede Del Castillo.

-Quiero que tenga en cuenta usted -comienza la voz, que refleja un acento extraño, coloraciones poco familiares, inflexiones ajenas- que en aquel fuerte que todos vemos, también hay seres humanos como nosotros, que viven, sufren y laboran como cualquiera, que tienen hijos ...

Una serie de manos hechas puños caen sobre quien habla, lo golpean en la cabeza, le voltean el quepis, retumban sobre sus espaldas.

- ¡No le peguen! -se estremece de furia el general Del Castillo-. ¡No es de hombres de bien pegarle a un compatriota!

- ¡Si no es un compatriota!

- ¡Es un prisionero!

- ¡Es un español!

- ¡Lo apresamos en Campo Orégano, cuando intentaba volar nuestra santabárbara!

-¡No importa! -clama el General, airado-. ¡También tiene derecho a la opinión! ¡Ningún extranjero será coartado en su derecho a opinar sobre nuestra bendita tierra!

De cualquier manera, el hispánico uniformado no retoma la palabra. Considera que ya ha dicho lo suficiente y, además, los golpes lo han disuadido de insistir.

-¡Soldados! -brama Del Castillo-. Al parecer, hay tantas opiniones como individuos conforman nuestra tropa. Iremos entonces a votación ...

Una aclamación aprueba la propuesta.

- ¡Que levanten la mano los que quieren atacar el fuerte -ofrece alguien, de acento correntino- y que después levanten la mano los que no quieren atacarlo!

-No -dice Del Castillo, cortante. -Serán elecciones a voto secreto y en un sitio oscuro. Ya hemos visto lo que paso con el prisionero que intento emitir una opinión contraria a la de la mayoría. Mañana mismo, desde temprano, habrá una carpa de campaña, donde votaran por el "No" aquellos que consideren inapropiado el ataque, y por el "Si" los que lo aprueben.

El clarín toca a descanso.

Esa noche, más de cien soldaderas, entre las que se encuentra la solicita Jacinta Palomeque, cortan, con los sables de sus compañeros, papeletas que llevaran las palabras "No" y "Si" escritas con carbón.

Las elecciones duran tres días, hasta el 11 de noviembre, y en ese lapso se prohíbe el consumo de bebida alcohólica, el juego de naipes, las riñas de gallos y los lances caballerescos.

Luego, el recuento de votos lleva otros siete días ya que el trabajo se hace dificultoso, dado que hay un solo oficial entre la tropa que domina razonablemente las matemáticas.

Por ultimo, se dan a conocer los resultados de la compulsa. Ha ganado el "No" abrumadoramente: 6897 votos contra 3. Hay 4 en blanco .

Del Castillo no vacila. Eufórico y convencido, redacta apresuradamente una carta al Triunvirato ejecutivo donde informa sobre los resultados de los sufragios.

Luego entrega esos papeles al mejor de sus jinetes y le ordena volar hasta Buenos Aires con el informe.

Un mes después, el mensajero llega a la Capital. Don Hilario Echevarria, tras leer la misiva, ruge su indignación y la transmite a don Gregorio Aldao y a Gabino Ezeiza.

Del Castillo ha desatendido la orden de atacar la fortificación de Carapachay y debe ser defenestrado.

Otro jinete, con otro caballo y con el edicto firmado por la Junta Gobernadora en pleno, regresa de inmediato hasta los llanos de Pampa de los Chanchos para terminar con la carrera militar de Robustiano Del Castillo.

Caprichos del destino, lastimosos devaneos de la historia. Robustiano Del Castillo es degradado a soldado raso el 24 de marzo de 1813, ante la vista angustiada de su tropa y a la sombra de un tala.

Seis días después, su reemplazante, el alférez Victoriano Albarracín Sosa, cruza el río Pilcomayo con su ejercito y asalta el fuerte de Carapachay.

Sus hombres, atónitos, desconcertados, descubren allí que el fuerte esta vacío, deshabitado, hueco.

Corridos por el hambre, hartos por la espera, agotados en fin por el aburrimiento de aguardar un ataque que nunca llegaba, los españoles se habían retirado del lugar tres años antes, a fines de 1809.

RF/ Publicado en el libro -Y TE DIGO MAS… de Roberto Fontanarrosa. Ediciones De la Flor.

Roberto Fontanarrosa (Rosario, Argentina, 26 de noviembre de 1944 – ídem, 19 de julio de 2007), El Negro, fue un humorista gráfico y escritor argentino. Algunas de sus obras se transmitieron por el Canal 7 de televisión pública.

lunes, 18 de enero de 2010

La coherencia, la locura de Pardal

Escrito por Néstor Sappietro

Lunes, 11 de Enero de 2010 13:25

(APe).- La coherencia tiene un costo. Esto lo puede corroborar la leyenda de Eugenio Pardal, un hombre que llevó hasta las últimas instancias el precepto de ser consecuente con cada uno de sus dichos. Todo lo que expusiera en una reunión de amigos, en la charla de la oficina, o en su casa delante de sus hijos debía corresponderse con sus actos mundanos. Esto suena bien y hasta parece sencillo. No tenía más que mostrar con los hechos cada una de sus palabras. Sin embargo, puede resultar demasiado complejo si se lo lleva a los extremos que recorrió Eugenio Pardal.

El hombre no aceptaba para su existencia ni la más justificable de las contradicciones. La simple compra de un par de zapatillas le demandaba meses buscando las de industria nacional. En septiembre de 1989, con la privatización de ENTEL, renunció al uso del teléfono. Se rehusó a ir a los cines instalados en lugares donde alguna vez hubo una fábrica, abandonó su pasión por el fútbol desde que las camisetas empezaron a usar sponsor y se negaba a escuchar música que hubiera sido grabada en una compañía multinacional.

En frenéticas discusiones con sus compañeros de tertulia, Pardal siempre sostuvo que los supermercados representan una de las mayores perdiciones de los tiempos modernos. Nadie puede afirmar si las razones que lo impulsaban a hacer esa afirmación eran ideológicas, románticas o una mezcla de ambas, lo cierto es que amaba entrañablemente la costumbre de ir al almacén. Se podría argumentar que lo atraía el trato directo con el almacenero y el saber que la sola pronunciación de una frase mágica “anótemelo en la libreta” alcanzaba como toda clave para conseguir fiado sin necesidad de recurrir a la rigurosidad de comprobar el frío saldo de una tarjeta de crédito. Su mujer, mientras pudo, trató de complacerlo, pero ante la casi desaparición de los almacenes del barrio y la obstinación de Eugenio terminó comprando alimentos a escondidas en el autoservicio de la zona.

En los últimos tiempos, llegando al colmo de su cruzada por la coherencia, emprendió la tarea de revisar la historia y analizar la actuación de cada prócer para decidir si transitaba o no la calle que llevara su nombre. Eugenio desde entonces evitó atravesar por arterias a las que consideraba de nombre ingrato. En su lista negra se encontraban entre otras: Balcarce, Presidente Roca, Mitre, Colón, Alvear, Uriburu, Sarmiento (en realidad con Sarmiento tenía una conducta ambigua, a veces la cruzaba y otras no)... Con esta actitud también encontró escollos difíciles de sortear, sobretodo teniendo en cuenta que el hombre viajaba en colectivo y que para llegar a algunos lugares, en muchas ocasiones, ha tenido que subir y bajar como diez veces de diferentes líneas.

Nuestro cronista anduvo por Barrio Azcuénaga tratando de saber qué había sido de la vida de Eugenio Pardal. Pudimos enterarnos de que su mujer hizo las valijas y se marchó con un proveedor del supermercado, sus hijos decidieron irse a vivir a España y cuentan los vecinos que consiguieron trabajo en un shopping... En cuanto a Eugenio Pardal nadie tiene certezas sobre su paradero. Sin embargo, hay quienes aseguran haberlo visto arrastrar su alma con un libro de Arturo Jauretche bajo el brazo, caminando siempre por Avenida Belgrano o por San Martín y consultando su lista de próceres cada vez que llega a una esquina... “Era un buen hombre pero perdió la razón...” nos asegura confidente una señora luciendo una remera que en grandes letras fucsias proclama: “I love New York”.

martes, 5 de enero de 2010

Roberto Sanchez, Sandro (1945-2010)


"Soy el culpable de las condiciones en las que estoy. Yo me lo merezco, yo me lo busqué. Yo agarré ese cigarrillo"


En la Argentina mueren 60.000 personas al año por enfermedades ligadas al cigarrillo. 8.000 de ellas nunca fumaron. Es hora de que los fumadores y las tabacaleras comiencen a respetar el derecho a la vida de los demas.

Muchas mentes abiertas deberian estar cerradas por reparaciones....